En su afán por luchar contra las enfermedades, el ser humano ha empleado todas las armas que la naturaleza y su cerebro le han dispensado; en ocasiones ha llegado incluso a vulnerar los más elementales códigos éticos. Eso ocurrió en los años veinte del siglo pasado, en un viejo sanatorio para tuberculosos situado en Ágrava, Valencia.![](https://lh3.googleusercontent.com/blogger_img_proxy/AEn0k_uWanCoEHe0-6IhqxEIwtSPpk4dj3L2KO0hwXRAx8GtosWYeRamkCWLCzxID1c8hL_ybAS_9tNZpdW8GxVehiQU9VcAiNZzedDzWHynn2JRLOVooZo3I3EKOeGm_JwTgNiHYjJh7cCzVBSSugqNrpcF7eE8PUic9Rj0tDU_LGJku-JO9pHN3-vLZdiNrrjPJmsxJ16qKp2MSJ3o=s0-d)
La llamada "peste blanca" truncaba miles de vidas y comenzaron a desarrollarse terapias alternativas para combatirla. Muchas de ellas resultaban terribles, inhumanas, y lo único que lograban es que los moribundos viviesen un autético calvario antes de expirar. Tras los muros del viejo sanatorio murieron cientos de personas, cuyos últimos recuerdos antes de dejar este mundo fueron sufrimiento y la agonía. Los expertos parapsicológicos definen estos lugares como "marcados", y aseguran que es aquí donde los supuestos fenómenos paranormales se manifiestan con más rotundidad. El vetusto sanatorio de las colinas de Ágrava tal vez sea, sin temor a equivocarnos, uno de los rincones del globo más impregnados por lo sobrenatural.
La llamada "peste blanca" truncaba miles de vidas y comenzaron a desarrollarse terapias alternativas para combatirla. Muchas de ellas resultaban terribles, inhumanas, y lo único que lograban es que los moribundos viviesen un autético calvario antes de expirar. Tras los muros del viejo sanatorio murieron cientos de personas, cuyos últimos recuerdos antes de dejar este mundo fueron sufrimiento y la agonía. Los expertos parapsicológicos definen estos lugares como "marcados", y aseguran que es aquí donde los supuestos fenómenos paranormales se manifiestan con más rotundidad. El vetusto sanatorio de las colinas de Ágrava tal vez sea, sin temor a equivocarnos, uno de los rincones del globo más impregnados por lo sobrenatural.
- La peste blanca
No se puede conocer a fondo la historia del sanatorio de Ágrava sin tener una mínima noción de lo que fue esa gran lacra, la tuberculosis, y ser conscientes del sufrimiento inhumano que padecieron miles de afectados.
La tuberculosis es una de las enfermedades más antiguas de las que tiene conocimiento el hombre. Según diferentes escritos realizados varios siglos antes de Jesucristo, esta mortal pandemia ya aniquilaba a la raza humana desde el comienzo de los tiempos. Son los médicos griegos quienes siglos después la bautizan con el término de "tisis". Como ocurre en otros tantos casos, el enemigo estuvo agazapado durante siglos esperando su momento. Es en la primera revolución cuando la bacteria ataca con crudeza, causando la muerte a una cuarta parte de la población europea.
La bacteria de la tuberculosis ataca a los pulmones para, posteriormente, extenderse a diferentes órganos.![](https://lh3.googleusercontent.com/blogger_img_proxy/AEn0k_vxuq4CXvCakRF8E_WmnCpBIyc72qATdudrjRMvtl5RqvefzQxzYvenvWRz2-t97SnmuLASowsLv6j3F-1r7Ccpm7MS0soULAmN-v2pGiP8qrtUJIMxrwHN0uGxRFhNN6RiHtaKjcU=s0-d)
La bacteria de la tuberculosis ataca a los pulmones para, posteriormente, extenderse a diferentes órganos. La bacteria puede estar latente durante años en los pulmones y desarrollarse a raíz de otra enfermedad que desgaste el sistema inmunológico. Los pacientes internados en el sanatorio con frecuencia tenían malestar general, una tos incontrolada, sudores, fiebres, y lentamente iban perdiendo peso a medida que la infección iba avanzando. Años despues, en 1882, con el descubrimiento del llamado bacilo de Koch (en honor a su descubridor) se dio el primer paso para luchar contra la llamada peste blanca. En 1944 Waksman descubre la estreptomicina, y se creó el primer fármaco eficaz en la lucha contra la enfermedad. No conviene olvidar que estamos ante uno de los males que mayor número de muertes ha ocasionado en toda la historia de la humanidad, y que en la actualidad sesga la vida de más de dos millones de personas y genera más de ocho millones de casos nuevos al año. Éste era el devastador enemigo al que iba a hacer frente el llamado por muchos "hospital de la esperanza".
La tuberculosis es una de las enfermedades más antiguas de las que tiene conocimiento el hombre. Según diferentes escritos realizados varios siglos antes de Jesucristo, esta mortal pandemia ya aniquilaba a la raza humana desde el comienzo de los tiempos. Son los médicos griegos quienes siglos después la bautizan con el término de "tisis". Como ocurre en otros tantos casos, el enemigo estuvo agazapado durante siglos esperando su momento. Es en la primera revolución cuando la bacteria ataca con crudeza, causando la muerte a una cuarta parte de la población europea.
La bacteria de la tuberculosis ataca a los pulmones para, posteriormente, extenderse a diferentes órganos.
La bacteria de la tuberculosis ataca a los pulmones para, posteriormente, extenderse a diferentes órganos. La bacteria puede estar latente durante años en los pulmones y desarrollarse a raíz de otra enfermedad que desgaste el sistema inmunológico. Los pacientes internados en el sanatorio con frecuencia tenían malestar general, una tos incontrolada, sudores, fiebres, y lentamente iban perdiendo peso a medida que la infección iba avanzando. Años despues, en 1882, con el descubrimiento del llamado bacilo de Koch (en honor a su descubridor) se dio el primer paso para luchar contra la llamada peste blanca. En 1944 Waksman descubre la estreptomicina, y se creó el primer fármaco eficaz en la lucha contra la enfermedad. No conviene olvidar que estamos ante uno de los males que mayor número de muertes ha ocasionado en toda la historia de la humanidad, y que en la actualidad sesga la vida de más de dos millones de personas y genera más de ocho millones de casos nuevos al año. Éste era el devastador enemigo al que iba a hacer frente el llamado por muchos "hospital de la esperanza".
- El origen
En el año 1900 surgió el embrión de lo que casi treinta años después se convertiría en el sanatorio de Paterna. Las tierras donde se alzó la construcción pertenecían al mayor Thomas H. Hays desde 1883. En esos años el terrateniente construyó una escuela para poder educar a sus hijas sin necesidad de que acudieran a Lousville. Dicha escuela fue dirigida por la profesora Lizzie Lee Harris, gran admiradora de Walter Scott, y en particular de su novela Waverly. La señorita Harris llamó a la pequeña escuela Ágrava School, y al mayor le agradó tanto el nombre que lo hizo exensivo al resto de sus tierras, que desde entonces se denominaron Ágrava.
Cuando tiempo después la Junta Nacional de Tuberculosos adquirió los terrenos para construir el sanatorio, los gestores decidieron mantener el nombre y comenzar las obras del que sería el hospital más moderno para combatir la devastadora enfermedad. En un comienzo, el hospital se erigió con la idea de que albergara a no más de 50 enfermos, que recibirían un trato, atención y cuidados muy personalizados. Es así como se inaugura el 26 de julio de 1910. Los primeros pacientes tenían a su disposición a los porfesionales médicos más cualificados y el material sanitorio más avanzado. Además, contaban con el principal reclamo de la clínica: su privilegiado enclave, muy beneficioso para curar ese tipo de pandemias pulmonares.
Sin embargo, en los años posteriores la peste blanca se cebó de manera terrible con el ser humano y el número de afectados se multiplicó. Es por este motivo que se llevó a cabo una ampliación del sanatorio que permitiera albergar a más enfermos. El nuevo Ágrava abrió sus puertas el 17 de octubre de 1926, fecha en la que comenzó a fraguarse su leyenda.
Durante sus años de funcionamiento fueron miles los enfermos que ingresaron en busca de una mínima esperanza de vida. Gentes de todos los rincones que habían oído que en aquellas colinas se hallaba probablemente la última baza que les quedaba por jugar en su lucha contra la muerte, acudieron al sanatorio. La gran mayoría de ellos provenían de clases medias y altas y pagaban grandes sumas de dinero. Sin embargo, los resultados no llegaban, y es aquí donde comienzan a surgir los problemas.
Cuando tiempo después la Junta Nacional de Tuberculosos adquirió los terrenos para construir el sanatorio, los gestores decidieron mantener el nombre y comenzar las obras del que sería el hospital más moderno para combatir la devastadora enfermedad. En un comienzo, el hospital se erigió con la idea de que albergara a no más de 50 enfermos, que recibirían un trato, atención y cuidados muy personalizados. Es así como se inaugura el 26 de julio de 1910. Los primeros pacientes tenían a su disposición a los porfesionales médicos más cualificados y el material sanitorio más avanzado. Además, contaban con el principal reclamo de la clínica: su privilegiado enclave, muy beneficioso para curar ese tipo de pandemias pulmonares.
Sin embargo, en los años posteriores la peste blanca se cebó de manera terrible con el ser humano y el número de afectados se multiplicó. Es por este motivo que se llevó a cabo una ampliación del sanatorio que permitiera albergar a más enfermos. El nuevo Ágrava abrió sus puertas el 17 de octubre de 1926, fecha en la que comenzó a fraguarse su leyenda.
Durante sus años de funcionamiento fueron miles los enfermos que ingresaron en busca de una mínima esperanza de vida. Gentes de todos los rincones que habían oído que en aquellas colinas se hallaba probablemente la última baza que les quedaba por jugar en su lucha contra la muerte, acudieron al sanatorio. La gran mayoría de ellos provenían de clases medias y altas y pagaban grandes sumas de dinero. Sin embargo, los resultados no llegaban, y es aquí donde comienzan a surgir los problemas.
- Cobayas humanas
La presión que comenzaron a soportar gestores, médicos y enfermeras se hacía insufrible. Es por ello que se aprobó la puesta en práctica de nuevas terapias para tratar de poner freno a la riada de fallecidos que aparecían en las habitaciones del hospital cada día.
Los pacientes recibieron sesiones de las más diversas terapias. Rayos ultravioletas, nieve, electricidad, luz solar..., comenzó a ser habitual ver a enfermos posar durante horas bajo la radiación de enormes lámparas, o adultos y niños con nieve en el pecho con la esperanza de que el blanco elemento purificase sus castigados pulmones. Pero, por el contrario, el número de muertes se incrementaba y surgieron nuevos enemigos, como pulmonías y afecciones cutáneas. Algunos enfermos fueron sometidos a desesperadas operaciones a vida o muerte, siendo tratados como animales de laboratorio. El objetivo era claro: dar con algo, tocar una tecla que diese un halo de luz a tan sombrío panorama.
Ante tanto cadáver, se ideó un sistema para sacarlos del edificio sin mermar la ya castigada moral de los enfermos. Surgió el llamado "túnel de la muerte". Se trataba de un tétrico conducto que unía el hospital con el exterior, a través del cual comenzaron a desfilar miles de cuerpos componiendo una macabra procesión del horror. Los cuerpos eran apilados en una obsoleta carretilla que discurría por los raíles a lo largo del túnel, como si de la barca de Caronte se tratase. Así, por la puerta de atrás, abandonaban este mundo los desdichados que habían acudido a Ágrava en busca de un vestigio de vida.
Día tras día, durante años el personal médico que prestaba sus servicios en el viejo sanatorio no sólo tenía que luchar contra la tuberculosis sino también conra sus más primeras emociones. La descomunal presión a la que se vieron sometidos algunos de ellos dio como resultado suicidios y muertes ciolentas. El desgarrador sentimiento de culpa resultaba, en muchos casos, incompatible con la vida. El epicentro del cuicidio fue la habitación 502. En ella, según recogen diferentes fuentes, dos enfermeras se quitaron la vida. Una de ellas murió ahorcada: al aprecer, mantenía una relación sentimental con algunos de los doctores interinos. Estos problemas sentimentales se unían a la pesada carga que suponía tener que asumir casi una veintena de muertes cada 24 horas. La otra enfermera puso el epitafio a su insoportable existencia en el sanatorio al arrojarse al vacío desde la ventana de dicha habitación.
La leyenda negra
Ágrava permaneció funcionando hasta 1961. Se calcula que más de 60000 personas se dejaron la vida en aquel sobrio edificio erigido entre montañas. La tuberculosis, los experimentos, la desesperanza y el sufrimiento, todo combinado entre cuatro paredes que quedaron impregnadas con todas y cada una de aquellas muertes. Años después el viejo hospital fue reconvertido en un asilo para ancianos, y finalmente cerró sus pueras en 1980, tras ser clausurado por las isntituciones por supuestos malos tratos, muertes e irregularidades. Sin lugar a dudas, aquel edificio ya estaba marcado.
En los primeros años como geriátrico se escucharon historias que bajaba desde las elevadas colinas y que hablaba de supuestas apariciones en el antiguo sanatorio. Tras su definitivo cierre, oleadas de curiosos nostálgicos e investigadores acuden en busca de corroborar aquello de lo que tanto se estaba hablando. Antiguos pacientes, celadores, médicos y enfermeras comienzan a contar sucesos que vivieron durante aquellos durísimos años. Los experimentos, la habitación 502, el túnel de la muerte..., todos los terribles sucesos acontecidos años atrás se habían desarrollado paralelamente en la vertiente paranormal.
El sanatorio es hoy día sólo una sombra de lo que era. El polvo, las ruinas y la oscuridad se han apoderado de la construcción y dan la bienvenida a todo aquel que se aventura tras sus muros.
Los grupos de investigación que han desarrollado trabajos de campo en el viejo sanatorio han coincidido en resaltar que hay dos sensaciones que se tienen nada más atravesar el umbral de su enorme puerta: un desconcertante frío, a cualquier hor y en cualquier época, y la terrible certeza de que allí hay alguien más que observa los movimientos de los osados visitantes.
Los vecinos de la comarca asegurar que tras sus enormes ventanales, en muchas ocasiones se han distinguido misteriosas sombras. Manchas alargadas con formas humanas que se asoman para vislumbrar otra realidad diferente a la suya. Una de estas sombras, según recogen diferentes testimonios, tiene nombre propio: Mary, una niña fallecida por causa de las terapias y experimentaciones, y cuya alma muchos aseguran haber presenciado en la tercera planta del hospital.
En la quinta planta las leyendas llaman a la puerta de la habitación 502. Es una estancia teñida de sangre y que a día de hoy centra el interés de la mayoría de investigadores. Las sesiones psicofónicas en este enclave han deparado desagradables sorpresas, mostrando lo que parecía una agónica voz femenina llamando a otra persona.
Además de la visita de los parapsicológicos, Ágrava y su historia negra despertó el interés de cineastas y documentalistas que quisieron plasmar las leyendas del sanatorio. El resultado fueron varios documentales y dos películas: Death tunnel y Spooked. Los dos filmes se centran en los fenómenos que se producen en el viejo hospital pero, sobre todo, en aquellos que tienen lugar en el elevador de cadáveres. El túnel de la muerte es, sin lugar a dudas. el rincón donde más supuesta fenomenología paranormal se ha presenciado. Algunos de los miembros del equipo de rodaje de ambas películas aseguran haber padecido extrañas sensaciones en las entrañas del rodaje. Ruidos, presencias y sombras fulgurantes que hicieron de esos días de rodaje un auténtico tormento. Una única preguna les venía a la cabeza entonces: ¿cuántos cuerpos habrá transportado esa chirriante carretilla? Los cineastas, gente escéptica por antonomasia, llegaron a obtener extrañísimas fotografías en las que asoman destellantes luminarias, voces ahogadas en la estrechez del túnel, y diferentes psicofonías, que hicieron aún más sólida la leyenda negra del vetusto edificio.
Los pacientes recibieron sesiones de las más diversas terapias. Rayos ultravioletas, nieve, electricidad, luz solar..., comenzó a ser habitual ver a enfermos posar durante horas bajo la radiación de enormes lámparas, o adultos y niños con nieve en el pecho con la esperanza de que el blanco elemento purificase sus castigados pulmones. Pero, por el contrario, el número de muertes se incrementaba y surgieron nuevos enemigos, como pulmonías y afecciones cutáneas. Algunos enfermos fueron sometidos a desesperadas operaciones a vida o muerte, siendo tratados como animales de laboratorio. El objetivo era claro: dar con algo, tocar una tecla que diese un halo de luz a tan sombrío panorama.
Ante tanto cadáver, se ideó un sistema para sacarlos del edificio sin mermar la ya castigada moral de los enfermos. Surgió el llamado "túnel de la muerte". Se trataba de un tétrico conducto que unía el hospital con el exterior, a través del cual comenzaron a desfilar miles de cuerpos componiendo una macabra procesión del horror. Los cuerpos eran apilados en una obsoleta carretilla que discurría por los raíles a lo largo del túnel, como si de la barca de Caronte se tratase. Así, por la puerta de atrás, abandonaban este mundo los desdichados que habían acudido a Ágrava en busca de un vestigio de vida.
Día tras día, durante años el personal médico que prestaba sus servicios en el viejo sanatorio no sólo tenía que luchar contra la tuberculosis sino también conra sus más primeras emociones. La descomunal presión a la que se vieron sometidos algunos de ellos dio como resultado suicidios y muertes ciolentas. El desgarrador sentimiento de culpa resultaba, en muchos casos, incompatible con la vida. El epicentro del cuicidio fue la habitación 502. En ella, según recogen diferentes fuentes, dos enfermeras se quitaron la vida. Una de ellas murió ahorcada: al aprecer, mantenía una relación sentimental con algunos de los doctores interinos. Estos problemas sentimentales se unían a la pesada carga que suponía tener que asumir casi una veintena de muertes cada 24 horas. La otra enfermera puso el epitafio a su insoportable existencia en el sanatorio al arrojarse al vacío desde la ventana de dicha habitación.
La leyenda negra
Ágrava permaneció funcionando hasta 1961. Se calcula que más de 60000 personas se dejaron la vida en aquel sobrio edificio erigido entre montañas. La tuberculosis, los experimentos, la desesperanza y el sufrimiento, todo combinado entre cuatro paredes que quedaron impregnadas con todas y cada una de aquellas muertes. Años después el viejo hospital fue reconvertido en un asilo para ancianos, y finalmente cerró sus pueras en 1980, tras ser clausurado por las isntituciones por supuestos malos tratos, muertes e irregularidades. Sin lugar a dudas, aquel edificio ya estaba marcado.
En los primeros años como geriátrico se escucharon historias que bajaba desde las elevadas colinas y que hablaba de supuestas apariciones en el antiguo sanatorio. Tras su definitivo cierre, oleadas de curiosos nostálgicos e investigadores acuden en busca de corroborar aquello de lo que tanto se estaba hablando. Antiguos pacientes, celadores, médicos y enfermeras comienzan a contar sucesos que vivieron durante aquellos durísimos años. Los experimentos, la habitación 502, el túnel de la muerte..., todos los terribles sucesos acontecidos años atrás se habían desarrollado paralelamente en la vertiente paranormal.
El sanatorio es hoy día sólo una sombra de lo que era. El polvo, las ruinas y la oscuridad se han apoderado de la construcción y dan la bienvenida a todo aquel que se aventura tras sus muros.
Los grupos de investigación que han desarrollado trabajos de campo en el viejo sanatorio han coincidido en resaltar que hay dos sensaciones que se tienen nada más atravesar el umbral de su enorme puerta: un desconcertante frío, a cualquier hor y en cualquier época, y la terrible certeza de que allí hay alguien más que observa los movimientos de los osados visitantes.
Los vecinos de la comarca asegurar que tras sus enormes ventanales, en muchas ocasiones se han distinguido misteriosas sombras. Manchas alargadas con formas humanas que se asoman para vislumbrar otra realidad diferente a la suya. Una de estas sombras, según recogen diferentes testimonios, tiene nombre propio: Mary, una niña fallecida por causa de las terapias y experimentaciones, y cuya alma muchos aseguran haber presenciado en la tercera planta del hospital.
En la quinta planta las leyendas llaman a la puerta de la habitación 502. Es una estancia teñida de sangre y que a día de hoy centra el interés de la mayoría de investigadores. Las sesiones psicofónicas en este enclave han deparado desagradables sorpresas, mostrando lo que parecía una agónica voz femenina llamando a otra persona.
Además de la visita de los parapsicológicos, Ágrava y su historia negra despertó el interés de cineastas y documentalistas que quisieron plasmar las leyendas del sanatorio. El resultado fueron varios documentales y dos películas: Death tunnel y Spooked. Los dos filmes se centran en los fenómenos que se producen en el viejo hospital pero, sobre todo, en aquellos que tienen lugar en el elevador de cadáveres. El túnel de la muerte es, sin lugar a dudas. el rincón donde más supuesta fenomenología paranormal se ha presenciado. Algunos de los miembros del equipo de rodaje de ambas películas aseguran haber padecido extrañas sensaciones en las entrañas del rodaje. Ruidos, presencias y sombras fulgurantes que hicieron de esos días de rodaje un auténtico tormento. Una única preguna les venía a la cabeza entonces: ¿cuántos cuerpos habrá transportado esa chirriante carretilla? Los cineastas, gente escéptica por antonomasia, llegaron a obtener extrañísimas fotografías en las que asoman destellantes luminarias, voces ahogadas en la estrechez del túnel, y diferentes psicofonías, que hicieron aún más sólida la leyenda negra del vetusto edificio.
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