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miércoles, 23 de diciembre de 2009

LOS FANTASMAS DE LA CRUZ ROJA

Las antigua sede granadina de la Cruz Roja lleva siendo desde hace tiempo escenario de todo tipo de fenomenología extraña. Apariciones fantasmales, psicofonías, voces inexplicables no emitidas por garganta humana... El antiguo centro sanitario se ha convertido por derecho propio en la más reciente adquisición de la ya de por sí nutrida geografía mágica de Granada. La que se dice que es la ciudad de España con una mayor propensión a la fenomenología paranormal.

A veces se da un contraste interesante. Edificios que de día parecen absolutamente normales. Que incluso muestran una actividad frenética por tratarse de centros de trabajo o incluso edificios oficiales. Pero cuando las sombras comienzan a cernirse sobre la ciudad y la gente empieza a abandonar las calles, todo cambia, y al amparo de la oscuridad, bajo la luz espectral de la Luna, las memorias del oscuro pasado de estos inmuebles recuperan su lugar.

Esto es lo que al parecer sucede en la actual sede de la Cruz Roja en Granada, sita en un enclave que se ha caracterizado por albergar sucesos trágicos y extraños a lo largo de toda su historia.

Lo saben bien los vecinos del barrio, en especial, los niños. Entre los muchachos de la zona, el edificio ha tenido tradicionalmente fama de ser una casa encantada. Eran habituales las apuestas y los retos de valor entre los chavales que acudían al lugar a "ver fantasmas" y, según muchos, los veían. Si no fantasmas, al menos cosas extrañas, como luces inexplicables en las ventanas del edificio entonces desocupado. Los más afortunados llegaron a ver lo que definen como un aura de aspecto lechoso y con forma levemente humana. Ante semejante aparición lo normal era que los niños salieran corriendo despavoridos.

Este edifcio está situado en la Cuesta de Escoriaza. En los años cuarenta del siglo pasado era una fábrica de telas; ya entonces se decía que ocurrían hechos insólitos y que en ella habitaba un espectro que vagaba por el jardín. Cuando la fábrica se cerró, los mayores prohibían a los niños jugar en aquel lugar y les advertían que no entraran, sobre todo, en el desván. El edificio ha tenido múltiples usos a lo largo de su historia: hospital, establecimiento militar y, finalmente, sede de Cruz Roja.

En 1950 se derribó se derribó finalmente la fábrica de telas y en su solar se construyó un hospital y leprosería. Es un edificio gris que, al ponerse el sol, se toma aún más tenebroso. Llama poderosamente la atención que la zona donde se perciben con mayor asiduidad estos fenómenos coincida con el lugar en el que se encontraba el depósito de cadáveres del antiguo hospital.

Sin embargo, con el paso del tiempo la fenomenología extraña fue remitiendo hasta desaparecer. Parece ser que el repunte contemporáneo de esta fenomenología se remonta a nuestros días. Un voluntario de Cruz Roja, Miguel Ruiz, murió en accidente a finales de la década de los ochenta y sus compañeros decidieron recurrir a la güija para ponerse en contacto con su espíritu. Sea como fuere, a partir de ese desafortunado momento comenzaron a ocurrir toda suerte de hechos anormales: golpes, ruidos en la noche, taquillas y muebles que se mueven, incluso un sonido como si alguien estuviera apedreando las ventanas... Se escuchaba el sonido de los cristales qubrándose, incluso el ruido de la piedra rebotando en el suelo, pero cuando los voluntarios acudían a comprobar lo sucedido, se encontraban con que todas las ventanas estaban intactas.

Esto, lejos de desanimar a los participantes, les llevó a aumentar el número de improvisadas sesiones de espirtismo, lo que, a su vez, en un extraño fenómeno de retroalimentación, provocaba que los fenómenos crecieran en intensidad y frecuencia.

Esta secuencia recuerda el famoso caso de Cerler: un apartado cuartel de montaña, una luz, una muerte, siete soldados muertos y, a partir de entonces, en ese cuartel, bastante tenbroso, las taquillas se abrían y se cerraban. Y alguien lo empeoró todo cuando hicieron una sesión de güija en aquel lugar. A veces estas sesiones son como detonantes: ocurren hechos incomprensibles y, a veces, el remedio es peor que la enfermedad.

La fenomenología comenzó a extenderse a otras zonas de las dependencias, como los almacenes. Allí ocurrió más de una vez que una vez ordenado e inventariado todo el material, se escuchaba un estruendo, y los que acudían a ver qué había pasado se escontraban con la desagradable sorpresa de ver desparramado por el suelo todo lo que apenas unos segundos había sido dejado en perfecto orden.

La rudimentaria tabla güija la habían grabado los voluntariados a navaja en el reverso del tablero de una mesa que se encontrba en la planta superior, en la sala donde estaba la emisora de radio. Lo normal era que una persona hiciera guardia ante la emisora, completamente solo, mientras el resto descansaba abajo. Al menos ésa era la teoría porque lo cierto es que nadie era capaz de estar allí solo ni cinco minutos. Al poco tiempo de estar allí, el coluntario de turno comenzaba a percibir toda clase de ruidos inexplicables y una sensación extraña como si el ambiente estuviera cargándose de tensión.

Probablemente la sugestión provocada por las historias que circulaban entre los voluntarios tuviera mucho que con esto. Pero hay fenómenos que van más allá de la simple sugestión. Un día, uno de los coluntarios se encontró con un hombre mayor y vestido con traje militar, aunque sin ninguna insignia ni identificación, que pidió visitar el centro porque había sido un antiguo mando del lugar y le gustaría rememorar aquellos días así como comprobar los cambios que se habían introducido en el edificio. También le preguntó por un tal capitán Martínez. El voluntario respondió que hacía años que no trabajaba allí, pero que en el archivo podrían estar sus señas. Ambos se dirigieron al archivo, pero sólo uno de ellos llegó ya que por el camino el visitante se esfumó en el aire como por arte de magia.

Al principio, el voluntario Sevilla no le dio mayor importancia al incidente, hasta que, tiempo después, vio en la sala de juntas un retrato que coincidía con él. Se trataba del comandante Ballesteros, que ya llevaba tiempo fallecido. Al aparecer, el fallecido Ballesteros se convirtió en asiduo del lugar y fueron muchos los que lo vieron.

Desde la dirección de la Cruz Roja en Granda se ordenó a trabajadores y voluntarios un tajante silencio sobre el tema. Un silecio que todavía dura, y prueba de ello fueron las dificultades que tuvio el equipo de The Overlook Tour para encontrar testigos dispuestos a hablar ante las cámaras. Los pocos que accedieron a hacerlo pidieron de hecho que su identidad fuera preservada.

Por supuesto, no todos han tenido este tipo de experiencias, como es el caso de comunicante cuyo testimonio recogemos a continuación:
"Hola a todos. Yo soy voluntario de esa institución desde hace más de 11 años. Pasé mi periodo de Prestación Social Sustitutoria haciendo guardias de 24 horas y durmiendo solo bastantes veces. Jamás pondré en entredicho la palabra de un compañero, pero desde mi propia experiencia os diré que ojalá alguna vez me hubieran pasado a mí (o me pase, ya que sigo en activo) algunas de las historias de fantasmas que se cuentan, más que nada por tener alguna expriencia paranormal que contarles a mis amigos. Nunca he escuchado un ruido raro, jamás he oído pasos de alguien que no sea el personal que está de guardia, nunca he visto luces que se enciendan o se apaguen solas, y por supuesto nunca he visto en la asamblea la presencia de nadie que yo no conociera".

Incluso hay quien piensa que se trata de una suerte de leyenda urbana de la Cruz Roja: "Yo tengo la teoría", cuenta otro voluntario, "de que todas las asambleas de Cruz Roja tienen su fantasma. Es curioso que si hablas con alguien de Cruz Roja de otro lugar de España siempre tiene una historia de fantasmas en su asamblea". Ello puede deberse a que muchas de estas asambleas se encuentran en edificios antiguos y cargados de historia que, antes de ser ocupados por la Cruz Roja, ya arrastraban su propio acervo de leyendas.

Por ejemplo, se cuenta que en la base de Cruz Roja en Grecia de Alajuela, un doctor falleció años atrás en un accidente. El relato que circula por allí afirma que en varios siniestros ocurridos cerca de la zona donde murió se le ha visto ayudando a los pacientes antes de ser evacuados por las ambulancias. También en la zona de Gauanacaste se dice que aparece una enfermera ensangrientada que intenta detener a cuanta ambulancia pasa por allí.

En la Cruz Roja de Ciudad de México también existen varias historias de sucesos paranormales. Se habla, por ejemplo, de ambulancias cuyas luces y sirenas se encienden solas sin intervención humana alguna. Se han avistado sombras en lso pasillos y es muy popular entre el personal ka cibicuda cini "la planchada", una enfermera que camina por las dependencias velando a los moribundos. En la central de radio se cuenta que algunos días se escuchan transmisiones realizadas por voluntarios que murieron hace tiempo; también se ha informado de la presencia de una ambulancia fantasma, sin matrícula ni logotipos, y que nadie sabe de dónde sale.

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