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miércoles, 23 de diciembre de 2009

TERRASSA: El hospital del terror

Fenómenos paranormales, rumores sobre extraños ritos satánicos, siniestras historias de suicidios, restos humanos profanados, actores y directores de cine como testigos privilegiados de sucesos misteriosos. Todo esto y mucho más es lo que pudo encontrar el equipo de The Overlook Tour en su visita a uno de los lugares más sinieswtros hacia los que hemos apuntado nuestras cámaras.

En Terrassa, concretamente en las afueras de la ciudad, en la carretera que va hacia el término municiapl de Matadepera, se encuentran los restos de lo que antaño duera el hospital del tórax más improtantes de España.

Por primera vez el misterio no era un simple objeto de estudio, sino que se trataba de algo que tomaba cuerpo ante los miembros de neustro equipo en forma de voces misteriosas, de psicofonías, capatadas en el Hospital del Tórax de Terrassa. Nuestro equipo captó, voces inquietantes de origen incierto. Nuestri equipo capitaneado en aquella ocasión por Juanje Vallejo, lo pasó francamente mal.
El misterio es, por naturaleza escurridizo. La maldición cronista de estos temas es llegar siempre al día siguiente, cuando ya han sucedido los hechos y sólo queda entrevistar a los testigos presenciales. Ésta es la principal razón por la que esta fenomenología escapa al escrutinio de la ciencia, no es predecible ni reproducible. Nuestra misión consiste en mostrar que, parafraseando al escritor Paul Éluard, "hay otros mundos, pero están en éste". La mayor parte de las veces vivimos la impotencia de no tener pruebas materiales de las historias que les transmitimos. Lo imposible está reservado a determinadas personas, no nos atrevemos a llamarles afortunados, que están en el momento y el lugar adecuados.

Las ruinas del Hospital del Tórax de Terrassa apenas sugieren lo que fue su lúgubre pasado. En los alrededores del hospital existen varios lugares abiertos a través de los cuales aún es posible la entrada. Las instalaciones cuentan además con una iglesia que encuentra en ruinas y unos jardines asilvestrados que contribuyen a darle un aspecto fantasmal. El lugar pone los pelos de punta, y más cuando se sabe que fue escenario de numerosos suicidios años atrás, cuando el hospital se encontraba en pleno funcionamiento.

  • Los nuevos apestados
Durante décadas due el destino final de miles de víctimas de enfermedades pulmonares. Allí se les dejaba, solosy aislados, por el pavor que causaba en la época el posible contagio. Eran los nuevos apestados del siglo XX.

Era creencia común que cuando alguien padecía una enfermedad de pulmón, ésta era invariablemente infecciosa y, como tal, susceptible de ser contagiada. Los hospitales de este tipo eran apartaderos más que centro sanitarios, donde el infortunado, alejado de la población, esperaba a que su mal evolucionase o a que alguna de las rudimentarias terapias que se practicaban tuviera algún efecto. En realidad, era más un centro de eutanasia que un lugar de curación.

Como si se tratara de un campo de exterminio, los que traspasaban sus puertas tenían por cierto que sus posibilidades de salir de allí con vida eran muy reducidas. Los pacientes del antiguo Hospital del Tórax de Terrasa provenían de toda España, ya que el centro pertenecía al Ministerio de Sanidad. Fue inaugurado por el general Franco en la década de los cincuenta y llegó a albergar simultáneamente a 1200 enfermos, fundamentalmente aquejados de cáncer de pulmón y tuberculosis, enfermedades ambas que resultaban fatales de necesidad en aquella época. Fueron ellos los que le otorgaron un penoso gallardón: el de ser el centro sanitario de toda España, posiblemente de Europa, con un mayor número de suicidios anuales.

La lejanóa parecía influir negativamente en el estado anímico de la mayoría de los pacientes, que se sentían abandonados a su suerte por sus seres queridos. En cierto sentido era verdad. Muchos, los que vivían en las partes más alejadas de España, no podían costearse el desplazamiento y la estancia en Cataluña, pero la mayoría, si no acudía al Hospital del Tórax, era por temor a verse contagiados. Esta amarga verdad provocaba un estado anímico depresivo en los enfermos que, añadido a su precario estado de salud, en muchas ocasiones constituía una combinación letal que les incitaba al suicidio. Algunos, muchos de ellos niños, tomaban la fatal decisión el mismo día de su llegada. Entrar en el Hospital del Tórax era iniciar un viaje sin retorno hacia el horror.

Los internos se lanzaban al vacío desde las ventanas de la novena planta, cayendo en el jardín trasero del hospital, el cual habían apodado con buena dosis de humor negro "la jungla" debido a los gritos que se solían escuchar cuando alguien se suicidaba. Cada nuevo salto era saludado con fatalismo por el resto de los pacientes, con frases como "ya ha caído otro" u "otro que se ha tirado". Día a día, las retinas de los pacientes quedaban impresionados por las imágenes de los cuerpos volando hacia su destrucción.
Los caídos segían viviendo en el recuerdo de los supervivientes. A diario, en las salas comunes se notaba la falta de un compañero, o dos, o tres. Nadie hacía comentarios ni preguntaba. Todos sabían lo que había sucedido y en cada cabeza flotaba invariablemente la misma pregunta: "¿Seré yo el próximo?". No era una inquietud injustificada, ya que la vida media de un paciente del centro era de tan sólo un año.

  • La enfermera de la muerte
Así, la población del centro vivía un perpetuo psicodrama colectivo en el que la muerte era la única portagonista. Comenzaron a circular historias de apericdos, de antiguos pacientes fallecidos que acudían por las noches a visitar a sus compañeros de fatiga. Nadie sabe si estas experiencias eran reales y objetivas o fruto de la sgestión por el opresivo clima que vivía.

Todo esto no lo sabemos de oídas ni por habladurías, sino de primerísima mano. Uno de los grandes de la divulgación de estos temas y gran amigo del programa, Sebatiá D'Arbó, estuvo ingresado en este centro y padeció en sus carnes este clima opresivo. Afortunadamente, sobrevivió para contárnoslo. Él padecía bronquitis asmática y tuvo que ser tratado en un centro que, a pesar de los pesares, gozaba de reconocido prestigio en la época. Él no sólo notó sensaciones subjetivas, sino que nos hizo referencia a ciertas pertuberancias de tipo eléctrico que afectaban al equipamiento del hospital. Por ejemplo, los aparatos radiológicos quemaban frecuentemente las placas y no funcionaban de manera correcta.

Desde que cerró sus puertas, no hace tanto tiempo, a mediados de los años ochenta, comenzaron a aflorar testimonios de que allí ocurrían cosas extrañas: se escuchaban pasos en los corredores vacíos, se veían sombras cruzar furtivamente las puertas descerrajadas... El lugar se convirtió en punto de peregrinación para los buscadores de lo insólito y allí se han obtenido literalmnente cientos de pscofonías.

Resultaba en cierto sentido lógico que nosotros también probáramos suerte. Lo que no podíamos esperar es que de neustras grabadoras surgiera un mensaje sobrecojedor que nadie de los presentes había pronunciado. La primera de las grabaciones tenía que ver con uno de los participantes en las experiencias que llevamos a cabo en aquel lugar. El equipo se encontraba en la tristemente célebre planta novena del complejo, la misma que solía ser invariablemente elegida por aquellos que decidían arrojarse al vacío. Tras la colocación de los equipos de grabación, uno de los presentes, Miguel Ángel Seguta, preguntó:"¿Quieres decirle algo a alguno de nosotros?". Una voz, inaudible para los presentes dejó grabada su respesta: "A ti, Miguel".

  • La nueva vida
Pero hubo más e incluso más dramáticas si cabe. Ña segunda grabación se obtuvo mientras el equipo realizaba una sesión de güija en la capilla abandonada ajena al hospital. Se dejaron unas grabadoras funcionando por si volvía a repetirse el fenómeno, y así fue. La voz en esta ocasión hacía una rpegunta especialmente significativa su tenemos en cuenta el macabro historial del lugar: "¿Puedo inmolarme?"

Actualmente el hospital se encuentra en su mayor parte cerrado, a la espera de las obras de acondicionamiento que cambiarán su faz para siempre y, con suerte, borrarán el horrible estigma que pervive en aquel lugar. Sólo ha utilizado para los rodajes de algunas de sus películas, y otra ala donde se encuentra la residencia para discapacitados psíquicos profundos La Pineda, que pertenece a la Generalitat de Cataluña y tiene capacidad para 62 plazas residenciales.

El lugar en la actualidad es propiedad del Ayuntamiento de Terrasa y La Generalitat de Cataluña, los cuales tienen firmado un acuerdo para la construcción de un parque audiovisual en el antiguo Hospital del Tórax. La superficie de ese complejo será de unos 60000 metros cuadrados y el coste del proyecto asciende a más de 35 millones de euros, de los cuales la Generalitat aportará 8,5 millones y el resto se obtendrá mediante un crédito bancario hipotecando el propio hospital.

El parque audiovisual contará, entre otras cosas, con tres patós de entre 600 y 2000 metros cuadrados para realizar rodajes de películas de pequeño y mediano formato. Además contará con espacio para que otras empresas relacionadas con el sector puedan utilizar sus instalaciones.

Además, el ayuntamiento ha firmado decenas de preacuerdos con productoras y empresas relacionadas con el sector audiovisual, la más importante de ellas es Filmax Entertainment, que contará con 7000 metros cuadrados dentro del parque audiovisual, donde instalará sus oficinas y servicios de producción de cine y televisión.

  • La planta novena
El investigador Miguel Ángel Segura, junto con Francisco Recio y María José Pérez, ha pasado mucho tiempo en el interior de este edificio en busca de lo imposible, una búsqueda que, en ocasiones, ha dado su fruto, especialmente cuando ha dirigido su atención hacia la antigua capilla. Allí, ha podido medir variaciones inexplicables y repentinas de humedad y temperatura de hasta siete grados.

La planta novena es otro de los lugares donde han obtenido mejores resultados. Allí no sólo se han registrado psicofonías, sino que las baterías de los equipos eléctricos se agotan repentinamente como si hubiera una fuerza que absorbe su energía. Lo curioso es que, una vez abandonado el lugar, los equipos recuperan toda su carga como si no hubiera ocurrido nada.

Pero no sólo los investigadores de lo insólito han sido testigos de estos fenómenos. Los miembros de los equipos cinematográficos que han trabajado en este lugar también han tenido ocasión de encontrarse cara a cara con lo extraño. Casi todos coinciden en que el lugar les transmite una sensación extraña, como si se sintieran en ocasiones como tocados por una mano gélida.

Tampoco ellos fueron los únicos. Con anterioridad a la investigación de este lugar, ya habíamos recibido varias cartas que nos hablaban de sucesos paranormales. Óscar León, el antiguo encargado del archivo nos contaba la historia de un peqeño almacén en el que, entre otras cosas, se guardaban fetos humanos conservados en formol y en el que se solían escuchar pasos cuando estaba vacío. Las primeras veces Óscar entraba para comprobar que sucedía, luego sintió miedo al comprender que allí no había nadie para hacer esos ruidos. Con el paso del tiempo acabó por acostumbrarse y ya no se inmutaba, aunque, como terminó por sucederle, viera sombras de díficil explicación.

A veces las apariciones no eran de compañeros fallecidos sino de personajes mucho más siniestros, como la llamada "enfermera de la muerte" o el enfermo translúcido que se paseaba por el jardín arrastrando los pies mientras llevaba un aparato de oxígeno. Quién sabe si no serían creaciones del torturado inconsciente colectivo de aquella población sufriente.

Había situaciones aún más dramáticas que las de los suicidas, como las de aquellos que vencidos por el clima de pesadilla del ligar terminaban por enloquecer. ¿Cuánto de este terrible clima habrá quedado impregnado en sus ruinosos muros? No lo sabremos, pero lo que sí es un hecho es que, curiosamente, la casuística de este tipo es especialmente intensa en los lugares en los que ha habido suicidios.

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