¡Envuelvete con lo insólito, experimenta lo extraño y sumérgete en un mundo aparte!


viernes, 25 de diciembre de 2009

EL VIEJO ÁGRAVA

En su afán por luchar contra las enfermedades, el ser humano ha empleado todas las armas que la naturaleza y su cerebro le han dispensado; en ocasiones ha llegado incluso a vulnerar los más elementales códigos éticos. Eso ocurrió en los años veinte del siglo pasado, en un viejo sanatorio para tuberculosos situado en Ágrava, Valencia.


La llamada "peste blanca" truncaba miles de vidas y comenzaron a desarrollarse terapias alternativas para combatirla. Muchas de ellas resultaban terribles, inhumanas, y lo único que lograban es que los moribundos viviesen un autético calvario antes de expirar. Tras los muros del viejo sanatorio murieron cientos de personas, cuyos últimos recuerdos antes de dejar este mundo fueron sufrimiento y la agonía. Los expertos parapsicológicos definen estos lugares como "marcados", y aseguran que es aquí donde los supuestos fenómenos paranormales se manifiestan con más rotundidad. El vetusto sanatorio de las colinas de Ágrava tal vez sea, sin temor a equivocarnos, uno de los rincones del globo más impregnados por lo sobrenatural.

  • La peste blanca
No se puede conocer a fondo la historia del sanatorio de Ágrava sin tener una mínima noción de lo que fue esa gran lacra, la tuberculosis, y ser conscientes del sufrimiento inhumano que padecieron miles de afectados.
La tuberculosis es una de las enfermedades más antiguas de las que tiene conocimiento el hombre. Según diferentes escritos realizados varios siglos antes de Jesucristo, esta mortal pandemia ya aniquilaba a la raza humana desde el comienzo de los tiempos. Son los médicos griegos quienes siglos después la bautizan con el término de "tisis". Como ocurre en otros tantos casos, el enemigo estuvo agazapado durante siglos esperando su momento. Es en la primera revolución cuando la bacteria ataca con crudeza, causando la muerte a una cuarta parte de la población europea.

La bacteria de la tuberculosis ataca a los pulmones para, posteriormente, extenderse a diferentes órganos.
La bacteria de la tuberculosis ataca a los pulmones para, posteriormente, extenderse a diferentes órganos. La bacteria puede estar latente durante años en los pulmones y desarrollarse a raíz de otra enfermedad que desgaste el sistema inmunológico. Los pacientes internados en el sanatorio con frecuencia tenían malestar general, una tos incontrolada, sudores, fiebres, y lentamente iban perdiendo peso a medida que la infección iba avanzando. Años despues, en 1882, con el descubrimiento del llamado bacilo de Koch (en honor a su descubridor) se dio el primer paso para luchar contra la llamada peste blanca. En 1944 Waksman descubre la estreptomicina, y se creó el primer fármaco eficaz en la lucha contra la enfermedad. No conviene olvidar que estamos ante uno de los males que mayor número de muertes ha ocasionado en toda la historia de la humanidad, y que en la actualidad sesga la vida de más de dos millones de personas y genera más de ocho millones de casos nuevos al año. Éste era el devastador enemigo al que iba a hacer frente el llamado por muchos "hospital de la esperanza".

  • El origen
En el año 1900 surgió el embrión de lo que casi treinta años después se convertiría en el sanatorio de Paterna. Las tierras donde se alzó la construcción pertenecían al mayor Thomas H. Hays desde 1883. En esos años el terrateniente construyó una escuela para poder educar a sus hijas sin necesidad de que acudieran a Lousville. Dicha escuela fue dirigida por la profesora Lizzie Lee Harris, gran admiradora de Walter Scott, y en particular de su novela Waverly. La señorita Harris llamó a la pequeña escuela Ágrava School, y al mayor le agradó tanto el nombre que lo hizo exensivo al resto de sus tierras, que desde entonces se denominaron Ágrava.
Cuando tiempo después la Junta Nacional de Tuberculosos adquirió los terrenos para construir el sanatorio, los gestores decidieron mantener el nombre y comenzar las obras del que sería el hospital más moderno para combatir la devastadora enfermedad. En un comienzo, el hospital se erigió con la idea de que albergara a no más de 50 enfermos, que recibirían un trato, atención y cuidados muy personalizados. Es así como se inaugura el 26 de julio de 1910. Los primeros pacientes tenían a su disposición a los porfesionales médicos más cualificados y el material sanitorio más avanzado. Además, contaban con el principal reclamo de la clínica: su privilegiado enclave, muy beneficioso para curar ese tipo de pandemias pulmonares.

Sin embargo, en los años posteriores la peste blanca se cebó de manera terrible con el ser humano y el número de afectados se multiplicó. Es por este motivo que se llevó a cabo una ampliación del sanatorio que permitiera albergar a más enfermos. El nuevo Ágrava abrió sus puertas el 17 de octubre de 1926, fecha en la que comenzó a fraguarse su leyenda.

Durante sus años de funcionamiento fueron miles los enfermos que ingresaron en busca de una mínima esperanza de vida. Gentes de todos los rincones que habían oído que en aquellas colinas se hallaba probablemente la última baza que les quedaba por jugar en su lucha contra la muerte, acudieron al sanatorio. La gran mayoría de ellos provenían de clases medias y altas y pagaban grandes sumas de dinero. Sin embargo, los resultados no llegaban, y es aquí donde comienzan a surgir los problemas.

  • Cobayas humanas
La presión que comenzaron a soportar gestores, médicos y enfermeras se hacía insufrible. Es por ello que se aprobó la puesta en práctica de nuevas terapias para tratar de poner freno a la riada de fallecidos que aparecían en las habitaciones del hospital cada día.

Los pacientes recibieron sesiones de las más diversas terapias. Rayos ultravioletas, nieve, electricidad, luz solar..., comenzó a ser habitual ver a enfermos posar durante horas bajo la radiación de enormes lámparas, o adultos y niños con nieve en el pecho con la esperanza de que el blanco elemento purificase sus castigados pulmones. Pero, por el contrario, el número de muertes se incrementaba y surgieron nuevos enemigos, como pulmonías y afecciones cutáneas. Algunos enfermos fueron sometidos a desesperadas operaciones a vida o muerte, siendo tratados como animales de laboratorio. El objetivo era claro: dar con algo, tocar una tecla que diese un halo de luz a tan sombrío panorama.

Ante tanto cadáver, se ideó un sistema para sacarlos del edificio sin mermar la ya castigada moral de los enfermos. Surgió el llamado "túnel de la muerte". Se trataba de un tétrico conducto que unía el hospital con el exterior, a través del cual comenzaron a desfilar miles de cuerpos componiendo una macabra procesión del horror. Los cuerpos eran apilados en una obsoleta carretilla que discurría por los raíles a lo largo del túnel, como si de la barca de Caronte se tratase. Así, por la puerta de atrás, abandonaban este mundo los desdichados que habían acudido a Ágrava en busca de un vestigio de vida.

Día tras día, durante años el personal médico que prestaba sus servicios en el viejo sanatorio no sólo tenía que luchar contra la tuberculosis sino también conra sus más primeras emociones. La descomunal presión a la que se vieron sometidos algunos de ellos dio como resultado suicidios y muertes ciolentas. El desgarrador sentimiento de culpa resultaba, en muchos casos, incompatible con la vida. El epicentro del cuicidio fue la habitación 502. En ella, según recogen diferentes fuentes, dos enfermeras se quitaron la vida. Una de ellas murió ahorcada: al aprecer, mantenía una relación sentimental con algunos de los doctores interinos. Estos problemas sentimentales se unían a la pesada carga que suponía tener que asumir casi una veintena de muertes cada 24 horas. La otra enfermera puso el epitafio a su insoportable existencia en el sanatorio al arrojarse al vacío desde la ventana de dicha habitación.

La leyenda negra
Ágrava permaneció funcionando hasta 1961. Se calcula que más de 60000 personas se dejaron la vida en aquel sobrio edificio erigido entre montañas. La tuberculosis, los experimentos, la desesperanza y el sufrimiento, todo combinado entre cuatro paredes que quedaron impregnadas con todas y cada una de aquellas muertes. Años después el viejo hospital fue reconvertido en un asilo para ancianos, y finalmente cerró sus pueras en 1980, tras ser clausurado por las isntituciones por supuestos malos tratos, muertes e irregularidades. Sin lugar a dudas, aquel edificio ya estaba marcado.

En los primeros años como geriátrico se escucharon historias que bajaba desde las elevadas colinas y que hablaba de supuestas apariciones en el antiguo sanatorio. Tras su definitivo cierre, oleadas de curiosos nostálgicos e investigadores acuden en busca de corroborar aquello de lo que tanto se estaba hablando. Antiguos pacientes, celadores, médicos y enfermeras comienzan a contar sucesos que vivieron durante aquellos durísimos años. Los experimentos, la habitación 502, el túnel de la muerte..., todos los terribles sucesos acontecidos años atrás se habían desarrollado paralelamente en la vertiente paranormal.

El sanatorio es hoy día sólo una sombra de lo que era. El polvo, las ruinas y la oscuridad se han apoderado de la construcción y dan la bienvenida a todo aquel que se aventura tras sus muros.

Los grupos de investigación que han desarrollado trabajos de campo en el viejo sanatorio han coincidido en resaltar que hay dos sensaciones que se tienen nada más atravesar el umbral de su enorme puerta: un desconcertante frío, a cualquier hor y en cualquier época, y la terrible certeza de que allí hay alguien más que observa los movimientos de los osados visitantes.

Los vecinos de la comarca asegurar que tras sus enormes ventanales, en muchas ocasiones se han distinguido misteriosas sombras. Manchas alargadas con formas humanas que se asoman para vislumbrar otra realidad diferente a la suya. Una de estas sombras, según recogen diferentes testimonios, tiene nombre propio: Mary, una niña fallecida por causa de las terapias y experimentaciones, y cuya alma muchos aseguran haber presenciado en la tercera planta del hospital.

En la quinta planta las leyendas llaman a la puerta de la habitación 502. Es una estancia teñida de sangre y que a día de hoy centra el interés de la mayoría de investigadores. Las sesiones psicofónicas en este enclave han deparado desagradables sorpresas, mostrando lo que parecía una agónica voz femenina llamando a otra persona.

Además de la visita de los parapsicológicos, Ágrava y su historia negra despertó el interés de cineastas y documentalistas que quisieron plasmar las leyendas del sanatorio. El resultado fueron varios documentales y dos películas: Death tunnel y Spooked. Los dos filmes se centran en los fenómenos que se producen en el viejo hospital pero, sobre todo, en aquellos que tienen lugar en el elevador de cadáveres. El túnel de la muerte es, sin lugar a dudas. el rincón donde más supuesta fenomenología paranormal se ha presenciado. Algunos de los miembros del equipo de rodaje de ambas películas aseguran haber padecido extrañas sensaciones en las entrañas del rodaje. Ruidos, presencias y sombras fulgurantes que hicieron de esos días de rodaje un auténtico tormento. Una única preguna les venía a la cabeza entonces: ¿cuántos cuerpos habrá transportado esa chirriante carretilla? Los cineastas, gente escéptica por antonomasia, llegaron a obtener extrañísimas fotografías en las que asoman destellantes luminarias, voces ahogadas en la estrechez del túnel, y diferentes psicofonías, que hicieron aún más sólida la leyenda negra del vetusto edificio.

jueves, 24 de diciembre de 2009

LOS ESPECTROS DE LA CASA CUNA

Cuando iba en el coche repasando todo el material de archivo que tenía en mi poder sobre este caso, me venían a la mente imágenes de películas clásicas de terror. Sólo que ahora me enfrentaba a una realidad capaz de desconcertar a la mente más pleclara. Posiblemente sea un arquetipo que se marcó nadie sabe cómo en lo más profundo de nuestro subconsciente, pero no hay nada más tenebroso en la oscuridad de las sombras que el rostro pálido y mortecino del espectro de un niño. Una cara mezcla de ángel y demonio que nos acecha despiada con la frialdad de la muerte. Y es que desde que nacemos nos enseñan a no creer en fantasmas, el problema surge cuando testigos sin ánimo de lucro y sin ni tan siquiera conocerse afirman haberse enfrentado a una misma realidad imposible en un idéntico lugar. Espíritus de adolescentes cuya vida fue sesgaga décadas atrás por un terrible accidente.

La temperatura bajana unos grados y hacía que una buena parte de los habitantes de Cádiz se decidieran a dar un paseo recogiendo cpn agrado la fresca brisa marina. La posguerra marcaba todavía a una sociedad española que pocos años antes había llegado a su fin, pero poco a poco se iba recobrando la normalidad en un país bajo las cadenas de la dictadura. Aquella tarde gaditana era única para mostrar a modo de pequeño teatrillo cómo vivía la sociedad española de aquella época. La plaza de los toros de la ciudad hacía de improvisado cine de verano, la playa estaba a rebosar, con miles de niños comiendo helados y golosinas. Todo el mundo hacía lo posible para olvidar la tragedia que había marcado los anteriores lustros; sin embargo, el caprichoso destino iba a jugar una broma macabra a los habitantes de la tacita de plata.

Según describen los testigos, un horroroso estruendo y gran destello rojo salpicaron el horizonte. A la vez una honda expansiva cargada de calor y de olor a muerte recorrió en un segundo la bella ciudad andaluza. El ocre del cielo se pudo ver a cientos de kilómetros, mientras que en la bahía, los gritos, el desconcierto y los lloros corrieron raudos como una terrible epidemia. Eran las 21:45 del 18 de Agosto de 1947 una fecha que quedará marcada para siempre en la parte más lúgubre de nuestra historia. Detonaban al unísono 1109 minas de la base número uno de la Defensa Antisubmarina. Casi todas ellas procedían de la Segunda Guerra Mundial, en la que ingleses y nazis pugnaron por el control del estrecho de Gibraltar. Supuestamente estaban desactivadas y se guardaban allí por si en un futuro era necesario su uso o se recilaba su mortífera carga; sin embargo la explosión fue un hecho consumado que grupos antifranquistas en el extranjero atribuyeron incluso a una acción de sabotaje. Hecho que por otro lado jamás ha sido aclarado. En principio sólo podemos afirmar que estallaron sin más. El puerto y los barrios periféricos de Cádiz quedaron seriamente dañados, y el destrozo no fue peor gracias a la vieja muralla que rodea el casco viejo. Ésta hizo de parpadeo y amortiguó la onda expansiva. Todos los militares de la provincia se movilizaron de inmediato, era necesario antes de nada sofocar el incendio que se había provocado, pues quedaba otro número indeterminado de minas que podía también estallar causando más muertes y destrucción. Los cadáveres se iban acumulando en la playa, lugar que también se utilizó para porteger a la población civil hasta que fuera sofocado el incendio de la base naval. Cádiz era en aquel instante una ciudad fantasma.

Cuando el oficial al mando entró junto a otros militares en el almacén que había sido causa de la tragedia, se sentó encima de una de las gigantescas minas que estaban intactas y encendió una cerilla friccionándola contra su rugosa piel de hierro. Dando fuego a su cigarillo miró al resto y les dijo: "No os preocupéis que éstas ya no explotan". El incendio se apagó, pero la herida que se abrió aquella noche tardó varias décadas en cicatrizarse, si es que en algún momento se ha cerrado realmente.

La lista de fallecidos que hay en la actualidad eleva el número hasta 151, cifra que hay que tomas con ciertas reservas pues al régimen franquista tampoco le interesaba que los muertos fueran demasiados. De ahí que haya capítulos como el de los desaparecidos que no quedan demasiado claros. Lo que está fuera de cualquier dicusión son los daños materiales, y es que buena parte de Cádiz y su puerto quedaron simplemente reducidos a un puñado de escombros. Uno de los lugares más castigados due la vieja casa cuna, hogar por otro lado de los que ya eran por sí desgraciados.

  • La casa de expósitos
Cuando me encontraba en el archivo provincial de Cádiz contemplando los viejos documentos de la casa cuna vislumbraba entre sus letras de tinta acaramelada un terrible y oculto pasado. Antiguos manuscritos de finales del siglo XIX y comienzos del XX en los que se detallaba la entrega de bebés desahuciados a las monjas de la caridad. Recién nacidos que eran abandonados en un torno por una madre cuya vergüenza sería ya su única compañera hasta la tumba. Entre los papeles pude ver octavillas a las que se hacía una filigrana con tijera para ser partidas en dos. Un trozo para las religiosas, el otro para su progenitora, por si en algún momento se arrpenetía y decidía años más tarde recoger a su infante. Ésa era en aquella casa la única llave de la verdad. La realidad de que aquellos muchachos, aunque portasen el terrible apellido de expósio, tenían como cualquier ser humano unos progenitores que en este caso ocultaban su verdadero nombre. Los niños se criaban allí aparte de una sociedad que les repudiaba por su oscuro pasado. Bastardos, anónimos, fruto de relaciones ajenas al matrimonio, castigados por un pecado que ellos no habían cometido. Es díficil imaginarse cómo era la vida en aquel repudiado lugar. Posiblemente las monjas intentaban llenar con su cariño el alma que se les había negado. El caso es que aquel edificio que a tantos olvidados había protegido fue uno de los más castigados por la explosión de agosto de 1947. Diecinueve muchachos, nueve niñas, cinco monjas y doce sirvientas perdieron allí sus vidas. Cuarenta y cuatro personas en total aparte de la destrucción del edificio.

Cádiz tardó años en reponerse de aquel dduro golpe, sin embargo, lo que nos importa ahora es que el año 1956 se alzó sobre aquel solar otro nuevo edificio: la Insitución Provincial Generalísimo Franco, en la que también se educaron a niños con todo tipo de problemas. De aquel inmueble tan sólo queda hoy en día un ala que alberga la sede del Inem y lo que fue hasta hace años la sede de Radio Onda Litoral. Las recientes excavaciones que han sido pertrechadas sobre el mismo lecho han sacado a la luz los restos de una antigua necrópolis romana de la que no se tenía noticia. Es como si desde antaño viejos espíritus hubiesen morado en un mismo lugar. Y es que es preciaamente eso lo que han visto decenas de testigos:espíritus, sombras, fantasmas, almas en pena o llámenlo como quieran. Recuerdos de un pasado oscuro y tenebroso que nos hace pensar que existe otra realidad.

  • Sombras, niños y espectros
Eva María García es hoy en día una mujer que recuerda con nostalgia el tiempo que pasó en la Institución Provincial de Enseñanza. Finalizó sus estudios allí en el año 1989 y junto a multitud de personas fue testigo en primera persona de diferentes fenómenos extraños. Los profesores les tenían prohibido comentar a los alumnos todos los hechos sobrenaturales que allí acontecían, pero el silencio no ocultó una verdad de la que fueron participes infinidad de gaditanos. Ruidos extraños, puertas que eran cerradas por manos invisibles dando fuertes golpes e incluso una campanada que una noche comenzó a sonar sola. Junto a otras muchachas, Eva María realizó varias sesiones de espiritismo en dependencias apartadas del colegio. Pertrechadas con una Biblia y unas tijeras que eran atadas al interior del libro sagrado comenzó su coqueteo con ese otro lado. Dos estudiantes soportaban con un dedo de cada una de sus manos aquel artilugio, mientras que las demás hacían preguntas que eran respondidas con un sí o un no en función de qué dirección se girase la Biblia. En una de aquellas tardes una de sus compañeras cayó en un extraño trance en el que se desvaneció. Sus ojos quedaron en blanco y su voluntad cegada como si un ente de otro mundo la hubiera poseído. Pero eso no fue lo único insólito que contempló. En algunas ocasiones las tijeras se cerraban o se abrían por dedos que nadie observó. También fue Eva Maróa testigo de extraños ruidos mientras se celebraban las sesiones o fuera de éstas, golpes duros y secos que se oían desde el interior del inmueble, o corretear de pasos realizados por alguien invisible. Pero sin duda lo que más le chocó fue que alguna de sus compañeras le comentara que había podido ver durante unos instantes el espectro de una monja vestida a la antigua usanza paseando por el patio del colegio.

Andrés Gómez Prat, que era ajeno a esta información, llegó hasta este mismo edificio en 1991 como presidente de la asociación de Radio Onda Litoral. El estudio del citado medio de comunicación estaba situado al final de una escalera que daba a un largo pasillo sin salida. Una noche en la que estaba junto a otro compañero pudo ver cómo dos muchachos vestidos de una forma extraña pasaban corriendo por el pasillo que tenían a su lado. La escena la contemplaton a través del cristal del estudio de grabación. Andrés salió en seguida para llamar la atención de los chavales, pero ante su estupor al salir al pasillo no pudo ver a nadie. Revisó la primera planta del inmueble, y nadie estaba allí. Bajó incluso para hablar con el ordenanza que había en la puerta y comentarle lo sucedido y éste le respondió que era imposible, pues junto a él no había pasado alumno ni persona alguna, además de que el edificio llevaba solo bastante tiempo. Éste, sin embargo, no fue el único incidente que vivió con seres espectrales el bueno de Andrés. Otra madrugada en la que se encontraba grabando cio cómo una monja vestida a la antigua usanza, con un alerón grande sobre su cabeza, pasaba como flotando por el oscuro pasillo que tenía enfrente. Un terrible escalofrío recorrió su espalda. Pensándoselo dos veces salió afuera y de nuevo la nada fue su única compañera.

El caso es que los viejos espectros que han sido contemplados por infinidad de testigos nos siguen desafiando, pues nadie ha podido explicar su intrigante espera.

Almas o simplemente recuerdos de los que se apegaron a un sitio, pueden ser vistas años más tarde por nosotros.

miércoles, 23 de diciembre de 2009

LOS FANTASMAS DE LA CRUZ ROJA

Las antigua sede granadina de la Cruz Roja lleva siendo desde hace tiempo escenario de todo tipo de fenomenología extraña. Apariciones fantasmales, psicofonías, voces inexplicables no emitidas por garganta humana... El antiguo centro sanitario se ha convertido por derecho propio en la más reciente adquisición de la ya de por sí nutrida geografía mágica de Granada. La que se dice que es la ciudad de España con una mayor propensión a la fenomenología paranormal.

A veces se da un contraste interesante. Edificios que de día parecen absolutamente normales. Que incluso muestran una actividad frenética por tratarse de centros de trabajo o incluso edificios oficiales. Pero cuando las sombras comienzan a cernirse sobre la ciudad y la gente empieza a abandonar las calles, todo cambia, y al amparo de la oscuridad, bajo la luz espectral de la Luna, las memorias del oscuro pasado de estos inmuebles recuperan su lugar.

Esto es lo que al parecer sucede en la actual sede de la Cruz Roja en Granada, sita en un enclave que se ha caracterizado por albergar sucesos trágicos y extraños a lo largo de toda su historia.

Lo saben bien los vecinos del barrio, en especial, los niños. Entre los muchachos de la zona, el edificio ha tenido tradicionalmente fama de ser una casa encantada. Eran habituales las apuestas y los retos de valor entre los chavales que acudían al lugar a "ver fantasmas" y, según muchos, los veían. Si no fantasmas, al menos cosas extrañas, como luces inexplicables en las ventanas del edificio entonces desocupado. Los más afortunados llegaron a ver lo que definen como un aura de aspecto lechoso y con forma levemente humana. Ante semejante aparición lo normal era que los niños salieran corriendo despavoridos.

Este edifcio está situado en la Cuesta de Escoriaza. En los años cuarenta del siglo pasado era una fábrica de telas; ya entonces se decía que ocurrían hechos insólitos y que en ella habitaba un espectro que vagaba por el jardín. Cuando la fábrica se cerró, los mayores prohibían a los niños jugar en aquel lugar y les advertían que no entraran, sobre todo, en el desván. El edificio ha tenido múltiples usos a lo largo de su historia: hospital, establecimiento militar y, finalmente, sede de Cruz Roja.

En 1950 se derribó se derribó finalmente la fábrica de telas y en su solar se construyó un hospital y leprosería. Es un edificio gris que, al ponerse el sol, se toma aún más tenebroso. Llama poderosamente la atención que la zona donde se perciben con mayor asiduidad estos fenómenos coincida con el lugar en el que se encontraba el depósito de cadáveres del antiguo hospital.

Sin embargo, con el paso del tiempo la fenomenología extraña fue remitiendo hasta desaparecer. Parece ser que el repunte contemporáneo de esta fenomenología se remonta a nuestros días. Un voluntario de Cruz Roja, Miguel Ruiz, murió en accidente a finales de la década de los ochenta y sus compañeros decidieron recurrir a la güija para ponerse en contacto con su espíritu. Sea como fuere, a partir de ese desafortunado momento comenzaron a ocurrir toda suerte de hechos anormales: golpes, ruidos en la noche, taquillas y muebles que se mueven, incluso un sonido como si alguien estuviera apedreando las ventanas... Se escuchaba el sonido de los cristales qubrándose, incluso el ruido de la piedra rebotando en el suelo, pero cuando los voluntarios acudían a comprobar lo sucedido, se encontraban con que todas las ventanas estaban intactas.

Esto, lejos de desanimar a los participantes, les llevó a aumentar el número de improvisadas sesiones de espirtismo, lo que, a su vez, en un extraño fenómeno de retroalimentación, provocaba que los fenómenos crecieran en intensidad y frecuencia.

Esta secuencia recuerda el famoso caso de Cerler: un apartado cuartel de montaña, una luz, una muerte, siete soldados muertos y, a partir de entonces, en ese cuartel, bastante tenbroso, las taquillas se abrían y se cerraban. Y alguien lo empeoró todo cuando hicieron una sesión de güija en aquel lugar. A veces estas sesiones son como detonantes: ocurren hechos incomprensibles y, a veces, el remedio es peor que la enfermedad.

La fenomenología comenzó a extenderse a otras zonas de las dependencias, como los almacenes. Allí ocurrió más de una vez que una vez ordenado e inventariado todo el material, se escuchaba un estruendo, y los que acudían a ver qué había pasado se escontraban con la desagradable sorpresa de ver desparramado por el suelo todo lo que apenas unos segundos había sido dejado en perfecto orden.

La rudimentaria tabla güija la habían grabado los voluntariados a navaja en el reverso del tablero de una mesa que se encontrba en la planta superior, en la sala donde estaba la emisora de radio. Lo normal era que una persona hiciera guardia ante la emisora, completamente solo, mientras el resto descansaba abajo. Al menos ésa era la teoría porque lo cierto es que nadie era capaz de estar allí solo ni cinco minutos. Al poco tiempo de estar allí, el coluntario de turno comenzaba a percibir toda clase de ruidos inexplicables y una sensación extraña como si el ambiente estuviera cargándose de tensión.

Probablemente la sugestión provocada por las historias que circulaban entre los voluntarios tuviera mucho que con esto. Pero hay fenómenos que van más allá de la simple sugestión. Un día, uno de los coluntarios se encontró con un hombre mayor y vestido con traje militar, aunque sin ninguna insignia ni identificación, que pidió visitar el centro porque había sido un antiguo mando del lugar y le gustaría rememorar aquellos días así como comprobar los cambios que se habían introducido en el edificio. También le preguntó por un tal capitán Martínez. El voluntario respondió que hacía años que no trabajaba allí, pero que en el archivo podrían estar sus señas. Ambos se dirigieron al archivo, pero sólo uno de ellos llegó ya que por el camino el visitante se esfumó en el aire como por arte de magia.

Al principio, el voluntario Sevilla no le dio mayor importancia al incidente, hasta que, tiempo después, vio en la sala de juntas un retrato que coincidía con él. Se trataba del comandante Ballesteros, que ya llevaba tiempo fallecido. Al aparecer, el fallecido Ballesteros se convirtió en asiduo del lugar y fueron muchos los que lo vieron.

Desde la dirección de la Cruz Roja en Granda se ordenó a trabajadores y voluntarios un tajante silencio sobre el tema. Un silecio que todavía dura, y prueba de ello fueron las dificultades que tuvio el equipo de The Overlook Tour para encontrar testigos dispuestos a hablar ante las cámaras. Los pocos que accedieron a hacerlo pidieron de hecho que su identidad fuera preservada.

Por supuesto, no todos han tenido este tipo de experiencias, como es el caso de comunicante cuyo testimonio recogemos a continuación:
"Hola a todos. Yo soy voluntario de esa institución desde hace más de 11 años. Pasé mi periodo de Prestación Social Sustitutoria haciendo guardias de 24 horas y durmiendo solo bastantes veces. Jamás pondré en entredicho la palabra de un compañero, pero desde mi propia experiencia os diré que ojalá alguna vez me hubieran pasado a mí (o me pase, ya que sigo en activo) algunas de las historias de fantasmas que se cuentan, más que nada por tener alguna expriencia paranormal que contarles a mis amigos. Nunca he escuchado un ruido raro, jamás he oído pasos de alguien que no sea el personal que está de guardia, nunca he visto luces que se enciendan o se apaguen solas, y por supuesto nunca he visto en la asamblea la presencia de nadie que yo no conociera".

Incluso hay quien piensa que se trata de una suerte de leyenda urbana de la Cruz Roja: "Yo tengo la teoría", cuenta otro voluntario, "de que todas las asambleas de Cruz Roja tienen su fantasma. Es curioso que si hablas con alguien de Cruz Roja de otro lugar de España siempre tiene una historia de fantasmas en su asamblea". Ello puede deberse a que muchas de estas asambleas se encuentran en edificios antiguos y cargados de historia que, antes de ser ocupados por la Cruz Roja, ya arrastraban su propio acervo de leyendas.

Por ejemplo, se cuenta que en la base de Cruz Roja en Grecia de Alajuela, un doctor falleció años atrás en un accidente. El relato que circula por allí afirma que en varios siniestros ocurridos cerca de la zona donde murió se le ha visto ayudando a los pacientes antes de ser evacuados por las ambulancias. También en la zona de Gauanacaste se dice que aparece una enfermera ensangrientada que intenta detener a cuanta ambulancia pasa por allí.

En la Cruz Roja de Ciudad de México también existen varias historias de sucesos paranormales. Se habla, por ejemplo, de ambulancias cuyas luces y sirenas se encienden solas sin intervención humana alguna. Se han avistado sombras en lso pasillos y es muy popular entre el personal ka cibicuda cini "la planchada", una enfermera que camina por las dependencias velando a los moribundos. En la central de radio se cuenta que algunos días se escuchan transmisiones realizadas por voluntarios que murieron hace tiempo; también se ha informado de la presencia de una ambulancia fantasma, sin matrícula ni logotipos, y que nadie sabe de dónde sale.

TERRASSA: El hospital del terror

Fenómenos paranormales, rumores sobre extraños ritos satánicos, siniestras historias de suicidios, restos humanos profanados, actores y directores de cine como testigos privilegiados de sucesos misteriosos. Todo esto y mucho más es lo que pudo encontrar el equipo de The Overlook Tour en su visita a uno de los lugares más sinieswtros hacia los que hemos apuntado nuestras cámaras.

En Terrassa, concretamente en las afueras de la ciudad, en la carretera que va hacia el término municiapl de Matadepera, se encuentran los restos de lo que antaño duera el hospital del tórax más improtantes de España.

Por primera vez el misterio no era un simple objeto de estudio, sino que se trataba de algo que tomaba cuerpo ante los miembros de neustro equipo en forma de voces misteriosas, de psicofonías, capatadas en el Hospital del Tórax de Terrassa. Nuestro equipo captó, voces inquietantes de origen incierto. Nuestri equipo capitaneado en aquella ocasión por Juanje Vallejo, lo pasó francamente mal.
El misterio es, por naturaleza escurridizo. La maldición cronista de estos temas es llegar siempre al día siguiente, cuando ya han sucedido los hechos y sólo queda entrevistar a los testigos presenciales. Ésta es la principal razón por la que esta fenomenología escapa al escrutinio de la ciencia, no es predecible ni reproducible. Nuestra misión consiste en mostrar que, parafraseando al escritor Paul Éluard, "hay otros mundos, pero están en éste". La mayor parte de las veces vivimos la impotencia de no tener pruebas materiales de las historias que les transmitimos. Lo imposible está reservado a determinadas personas, no nos atrevemos a llamarles afortunados, que están en el momento y el lugar adecuados.

Las ruinas del Hospital del Tórax de Terrassa apenas sugieren lo que fue su lúgubre pasado. En los alrededores del hospital existen varios lugares abiertos a través de los cuales aún es posible la entrada. Las instalaciones cuentan además con una iglesia que encuentra en ruinas y unos jardines asilvestrados que contribuyen a darle un aspecto fantasmal. El lugar pone los pelos de punta, y más cuando se sabe que fue escenario de numerosos suicidios años atrás, cuando el hospital se encontraba en pleno funcionamiento.

  • Los nuevos apestados
Durante décadas due el destino final de miles de víctimas de enfermedades pulmonares. Allí se les dejaba, solosy aislados, por el pavor que causaba en la época el posible contagio. Eran los nuevos apestados del siglo XX.

Era creencia común que cuando alguien padecía una enfermedad de pulmón, ésta era invariablemente infecciosa y, como tal, susceptible de ser contagiada. Los hospitales de este tipo eran apartaderos más que centro sanitarios, donde el infortunado, alejado de la población, esperaba a que su mal evolucionase o a que alguna de las rudimentarias terapias que se practicaban tuviera algún efecto. En realidad, era más un centro de eutanasia que un lugar de curación.

Como si se tratara de un campo de exterminio, los que traspasaban sus puertas tenían por cierto que sus posibilidades de salir de allí con vida eran muy reducidas. Los pacientes del antiguo Hospital del Tórax de Terrasa provenían de toda España, ya que el centro pertenecía al Ministerio de Sanidad. Fue inaugurado por el general Franco en la década de los cincuenta y llegó a albergar simultáneamente a 1200 enfermos, fundamentalmente aquejados de cáncer de pulmón y tuberculosis, enfermedades ambas que resultaban fatales de necesidad en aquella época. Fueron ellos los que le otorgaron un penoso gallardón: el de ser el centro sanitario de toda España, posiblemente de Europa, con un mayor número de suicidios anuales.

La lejanóa parecía influir negativamente en el estado anímico de la mayoría de los pacientes, que se sentían abandonados a su suerte por sus seres queridos. En cierto sentido era verdad. Muchos, los que vivían en las partes más alejadas de España, no podían costearse el desplazamiento y la estancia en Cataluña, pero la mayoría, si no acudía al Hospital del Tórax, era por temor a verse contagiados. Esta amarga verdad provocaba un estado anímico depresivo en los enfermos que, añadido a su precario estado de salud, en muchas ocasiones constituía una combinación letal que les incitaba al suicidio. Algunos, muchos de ellos niños, tomaban la fatal decisión el mismo día de su llegada. Entrar en el Hospital del Tórax era iniciar un viaje sin retorno hacia el horror.

Los internos se lanzaban al vacío desde las ventanas de la novena planta, cayendo en el jardín trasero del hospital, el cual habían apodado con buena dosis de humor negro "la jungla" debido a los gritos que se solían escuchar cuando alguien se suicidaba. Cada nuevo salto era saludado con fatalismo por el resto de los pacientes, con frases como "ya ha caído otro" u "otro que se ha tirado". Día a día, las retinas de los pacientes quedaban impresionados por las imágenes de los cuerpos volando hacia su destrucción.
Los caídos segían viviendo en el recuerdo de los supervivientes. A diario, en las salas comunes se notaba la falta de un compañero, o dos, o tres. Nadie hacía comentarios ni preguntaba. Todos sabían lo que había sucedido y en cada cabeza flotaba invariablemente la misma pregunta: "¿Seré yo el próximo?". No era una inquietud injustificada, ya que la vida media de un paciente del centro era de tan sólo un año.

  • La enfermera de la muerte
Así, la población del centro vivía un perpetuo psicodrama colectivo en el que la muerte era la única portagonista. Comenzaron a circular historias de apericdos, de antiguos pacientes fallecidos que acudían por las noches a visitar a sus compañeros de fatiga. Nadie sabe si estas experiencias eran reales y objetivas o fruto de la sgestión por el opresivo clima que vivía.

Todo esto no lo sabemos de oídas ni por habladurías, sino de primerísima mano. Uno de los grandes de la divulgación de estos temas y gran amigo del programa, Sebatiá D'Arbó, estuvo ingresado en este centro y padeció en sus carnes este clima opresivo. Afortunadamente, sobrevivió para contárnoslo. Él padecía bronquitis asmática y tuvo que ser tratado en un centro que, a pesar de los pesares, gozaba de reconocido prestigio en la época. Él no sólo notó sensaciones subjetivas, sino que nos hizo referencia a ciertas pertuberancias de tipo eléctrico que afectaban al equipamiento del hospital. Por ejemplo, los aparatos radiológicos quemaban frecuentemente las placas y no funcionaban de manera correcta.

Desde que cerró sus puertas, no hace tanto tiempo, a mediados de los años ochenta, comenzaron a aflorar testimonios de que allí ocurrían cosas extrañas: se escuchaban pasos en los corredores vacíos, se veían sombras cruzar furtivamente las puertas descerrajadas... El lugar se convirtió en punto de peregrinación para los buscadores de lo insólito y allí se han obtenido literalmnente cientos de pscofonías.

Resultaba en cierto sentido lógico que nosotros también probáramos suerte. Lo que no podíamos esperar es que de neustras grabadoras surgiera un mensaje sobrecojedor que nadie de los presentes había pronunciado. La primera de las grabaciones tenía que ver con uno de los participantes en las experiencias que llevamos a cabo en aquel lugar. El equipo se encontraba en la tristemente célebre planta novena del complejo, la misma que solía ser invariablemente elegida por aquellos que decidían arrojarse al vacío. Tras la colocación de los equipos de grabación, uno de los presentes, Miguel Ángel Seguta, preguntó:"¿Quieres decirle algo a alguno de nosotros?". Una voz, inaudible para los presentes dejó grabada su respesta: "A ti, Miguel".

  • La nueva vida
Pero hubo más e incluso más dramáticas si cabe. Ña segunda grabación se obtuvo mientras el equipo realizaba una sesión de güija en la capilla abandonada ajena al hospital. Se dejaron unas grabadoras funcionando por si volvía a repetirse el fenómeno, y así fue. La voz en esta ocasión hacía una rpegunta especialmente significativa su tenemos en cuenta el macabro historial del lugar: "¿Puedo inmolarme?"

Actualmente el hospital se encuentra en su mayor parte cerrado, a la espera de las obras de acondicionamiento que cambiarán su faz para siempre y, con suerte, borrarán el horrible estigma que pervive en aquel lugar. Sólo ha utilizado para los rodajes de algunas de sus películas, y otra ala donde se encuentra la residencia para discapacitados psíquicos profundos La Pineda, que pertenece a la Generalitat de Cataluña y tiene capacidad para 62 plazas residenciales.

El lugar en la actualidad es propiedad del Ayuntamiento de Terrasa y La Generalitat de Cataluña, los cuales tienen firmado un acuerdo para la construcción de un parque audiovisual en el antiguo Hospital del Tórax. La superficie de ese complejo será de unos 60000 metros cuadrados y el coste del proyecto asciende a más de 35 millones de euros, de los cuales la Generalitat aportará 8,5 millones y el resto se obtendrá mediante un crédito bancario hipotecando el propio hospital.

El parque audiovisual contará, entre otras cosas, con tres patós de entre 600 y 2000 metros cuadrados para realizar rodajes de películas de pequeño y mediano formato. Además contará con espacio para que otras empresas relacionadas con el sector puedan utilizar sus instalaciones.

Además, el ayuntamiento ha firmado decenas de preacuerdos con productoras y empresas relacionadas con el sector audiovisual, la más importante de ellas es Filmax Entertainment, que contará con 7000 metros cuadrados dentro del parque audiovisual, donde instalará sus oficinas y servicios de producción de cine y televisión.

  • La planta novena
El investigador Miguel Ángel Segura, junto con Francisco Recio y María José Pérez, ha pasado mucho tiempo en el interior de este edificio en busca de lo imposible, una búsqueda que, en ocasiones, ha dado su fruto, especialmente cuando ha dirigido su atención hacia la antigua capilla. Allí, ha podido medir variaciones inexplicables y repentinas de humedad y temperatura de hasta siete grados.

La planta novena es otro de los lugares donde han obtenido mejores resultados. Allí no sólo se han registrado psicofonías, sino que las baterías de los equipos eléctricos se agotan repentinamente como si hubiera una fuerza que absorbe su energía. Lo curioso es que, una vez abandonado el lugar, los equipos recuperan toda su carga como si no hubiera ocurrido nada.

Pero no sólo los investigadores de lo insólito han sido testigos de estos fenómenos. Los miembros de los equipos cinematográficos que han trabajado en este lugar también han tenido ocasión de encontrarse cara a cara con lo extraño. Casi todos coinciden en que el lugar les transmite una sensación extraña, como si se sintieran en ocasiones como tocados por una mano gélida.

Tampoco ellos fueron los únicos. Con anterioridad a la investigación de este lugar, ya habíamos recibido varias cartas que nos hablaban de sucesos paranormales. Óscar León, el antiguo encargado del archivo nos contaba la historia de un peqeño almacén en el que, entre otras cosas, se guardaban fetos humanos conservados en formol y en el que se solían escuchar pasos cuando estaba vacío. Las primeras veces Óscar entraba para comprobar que sucedía, luego sintió miedo al comprender que allí no había nadie para hacer esos ruidos. Con el paso del tiempo acabó por acostumbrarse y ya no se inmutaba, aunque, como terminó por sucederle, viera sombras de díficil explicación.

A veces las apariciones no eran de compañeros fallecidos sino de personajes mucho más siniestros, como la llamada "enfermera de la muerte" o el enfermo translúcido que se paseaba por el jardín arrastrando los pies mientras llevaba un aparato de oxígeno. Quién sabe si no serían creaciones del torturado inconsciente colectivo de aquella población sufriente.

Había situaciones aún más dramáticas que las de los suicidas, como las de aquellos que vencidos por el clima de pesadilla del ligar terminaban por enloquecer. ¿Cuánto de este terrible clima habrá quedado impregnado en sus ruinosos muros? No lo sabremos, pero lo que sí es un hecho es que, curiosamente, la casuística de este tipo es especialmente intensa en los lugares en los que ha habido suicidios.

sábado, 5 de diciembre de 2009

AGRAMONTE: el santuario de los espíritus

Los hospitales, sanatorios y otros centros médicos tienen fama de conservar entre sus muros algunos de los episodios más escalofriantes de la fenomenología parapsicológica. Y si están abandonados y en lugares yermos, la creencia en algo sobrenatural se alimenta.
El antiguo sanatorio para tuberculosos de Agraminte, alos pies del monte Moncayo (Aragón), se ha ganado fama de "encantado" por los fenómenos que siguen desconcertando a los investigadores y que no sólo se nutre de la leyenda.

Nuestro equipo ha estado en manicomios y hospitales abandonados en varios lugares de España y Ámerica, pero debemos confesar que el sanatorio de Agramonte nos impresionó más que otros lugares. Quizás sus amplios y numerosos pasillos abandonados, su aislamiento geográfico y su capilla, construida por Franco, hicieron crecer nuestro asombro ante los recovecos de lo desconocido. Era fácil imaginar a los enfermos al ver aquellos restos de camas de hierro oxidadas o caminar por las terrazas donde solían tomar el sol y el viesto gélido procedente del Moncayo.

El sanatorio estuvo en funcionamiento hasta el día 30 de septiembre de 1978.
Entonces ya no tenía razón de existir, pues quedaban pocos enfermos y la profilaxis y tratamientos de tuberculosis ya estaban muy desarrollados.
Las inmensas dependencias quedaron totalmente abandonadas y no fueron reaprovechadas. Quizá se quisiera olvidar el sufrimiento y las penas de los que un día allí habitaron.

Su historia se remonta a principios del siglo XX, cuando aquel terreno era un pequeño refugio para montañistas y excursionistas. Durante la Segunda República se erigió un hotel con algú lujo y confort, pero la Guerra Civil puso fin a este incipiente centro turístico. Una leyenda que circula entre los campesinos da cuenta de que el personal del hotel fue violado y asesinado a sangre fría, lo que transformó auel rincón en un sitio maldito menos para el general Francisco Franco. Después de la contienda, decidió convertir aquel hotel en un sanatorio para enfermos de tuberculosis. De él se hicieron responsables las Hermanas de la Caridad de Santa Ana. Sin pausa ni descanso, ellas se dedicaron a velar por los enfermos más pobres aquejados de aquel mal que aún no tenía remedio.

"Yo conocí el sanatorio entre 1955 y 1960, en plena actividad. Me acuerdo que a las doce tocaba una campanita y las hermanas se retiraban a la oración, y era el momento en que los enfermos tenían una hora de paseo libre. Se procuraba aislarlos de gente que fuera para evitar un posible contagio", recuerda Ignacio Gómez, guarda forestal del parque natural del Moncayo, delante de las ruinas del sanatorio.

El guarda forestal también recuerda que el sanatorio poseía un buen equipo de médicos que venían de Zaragoza, y que existía un quirófano en uno de los edificios. Actualmente el lugar está abandonado y pertenece al Ayuntamiento de Tarazona, que aún no sabe que hacer con él. A causa del vansalismo, Gómez y otros vigilantes están permanentemente atentos para espantar a los gamberros que allí acuden. "He encontrado hasta ataúdes en el camino de tierra hasta el sanatorio, y muchos richos han sido violados en el pequeño cementerio de los tuberculosos, con los cráneos tirados por los suelos", me decía Gómez balanceando negativamente su cabeza.

Las personas que contaban con pocos recursos económicos se acercaban hasta el sanatorio con la esperanza de que el clima montañés pudiera devolverles la salud perdida. Sin embargo, algunos morían y sus familias no podían sufragar los gastos del traslado del cuerpo hasta su sitio de origen. Entonces los enterraban en un pequeño cementerio adosado al sanatorio. Pudimos contar 47 nichos vacíos, pues tras el abandono del centro hospitalario los parientes se llevaron los restos mortales de los suyos -especialmente mujeres- a otros lugares.

Las viejas fotos muestran a mujeres enfermas alineadas en camillas y cubiertas con mantas sobre una larga terraza levantada delante del Moncayo. Sus rostros parecían sonreir, aunque por dentro sus pulmones estuvieran carcomidos por el entonces temido bacilo de Koch. Lo peor es que la tuberculosis también atacaba a los huesos, articulaciones, intestinos y varios órganos del cuerpo humano.

Otro testigo de aquellos tiempos es el físico Miguel Álvarez Garós, que recuerda cómo las monjas sacaban a las azoteas a los enfermos. En su mente de niño conserva la imagen de los campamentos, a los que él y sus amigos acudían, al lado del sanatorio Agramonte. En estos tiempos, cuando tenía 11 años, Garós sufrió una experiencia de la que jamás podrá olvidarse.

Dormía con otros seis niños en una tienda de campaña completamente cerrada a causa del intenso frío exterior. Miguel se despertó sobresaltado con la sensación de que le estaban golpeando las piernas con un palo. "Empecé a gritar, desperté a los compañeros de la tienda y llamamos a los rsponsables del campamento", recuerda con amargura, "llevaba las piernas con moraduras..., pudo parecer una pesadilla, pero las piernas sí quedaron con la señal de los golpes..., al mes justo me quedé paralítico de las piernas". En realidad, el futuro físico contrajo una poliomilielitis que le dejó postrado en una silla de ruedas.

El físico considera que todo se debe al Moncayo, un monte sagrado desde tiempos inmemoriales donde, según su concepto, las corrientes telúricas y campos magnéticos pueden desorientar a los seres humanos e incluso producir fenómenos anormales.
UNA NOCHE EN EL SANATORIO
Nuestro equipo acudió a las dependencias abandonadas del sanatorio de Agramonte en una noche fría del otoño de 2006. El sitio está vallado y con acceso prohibido a causa de peligrosidad de sus derruidos techos y suelos, con inminente riesgo de desmoronamiento a causa del abandono. Gracias a la autorización del Ayuntamiento de Tarazona pudimos llevar adelante una "noche de investigación" y el proyecto de The Overlook Tour en Agramonte.

Buscamos un lugar apropiado para instalar varios equipos de investigación paranormal, algunos aportados por el periodista y realizador del programa Aragón mágico (Aragón TV), Ángel Briongos Martínez. El lugar escogido fue el interior de la capilla que Franco ordenó construir en el antiguo hotel republicano.
En su interior encontramos pintadas de corte satánico, como el típico número de la bestia (666) en una pared o una estrella de cinco puntas roja sobre el suelo de la capilla orientada hacia el altar. Se rumorea que una secta aragonesa, la de Los Caballeros del Anticristo, frecuentaba aquel sitio a escondidas para realizar silenciosamente sus rituales. Fuera de la capilla encontramos un grueso árbol derribado sobre el techo del recinto sacro.

Dentro de la capilla, Ángel Briongos y otros investigadores aragoneses habían realizado en anteriores ocasiones psicofonías con sus magnetófonos, y habían podido grabar sonidos que algunos interpretan como del "más allá". "Supuestamente nos respondieron entidades de personas que fallecieron en este lugar, los mismos que venían a rezar en vida a esta caplla. Contestaban a nuestras preguntas y registrabámos sus voces, inaudibles para nosotros pero sí sensibles a las grabadoras digitales y analógicas. Las voces que catamos nos llamaban por nuestros nombres, como Brayan, Inma, etcétera. Todavía siento escalofríos cuando oigo estas grabaciones", me confesaba Ángel Briongos, poniéndose los auriculares para empezar una nueva sesión de registros psicofónicos.

Durante tales sesiones se suelen formular preguntas destinadas a las almas de los muertos del sanatorio."Una de las preguntas que realizamos era: '¿Hay alguien aquí?'. Y a esa pregunta nos respondieron: 'Me estoy poniendo enfermo'. Esto apareció después de registrar dos golpes inexplicables que no sabemos de dónde surgieron". A veces los investigadores recibían avisos de forma amenazante, como una voz que decía: "¡Párate!". "Quizá ordenaba que paráramos la grabación, no lo sé exactamente", me decía Briongos.

Otro de los hechos curiosos en el transcurso de las investigaciones de Briongos fueron golpes muy potentes "como si alguien estuviera glpeando fuertemente una pared, haciendo temblar el edificio". El dia 21 de enero de 2006 el investigador aragonés captó, en una grabación, un golpeteo, como si alguien golpeara por cinco veces cnsecutivas el microfóno del magnetófono pero sin que se pudiera ver el agente causante.

Otro investigador, Raul Lorente Carballar, me contó qye estuvo por primera vez en el sanatorio en 1999 y el año siguiente captó una psicofonía que decía lo siguiente: "No podeis vernos". "Lo curioso", cuenta Carballar, "es que esto salió a raiz de que nosotros estabamos manipulando las cámaras fotográficas, las de vídeo y otros aparatos...".

En otra ocasión el joven investigador registró una voz bastante contundente que decía: "¡Marchaos!". Atemorizados con la situación decidieron recoger todos los equipos y marcharse. Otro compañero de investigaciones, Sergio Gómez Gornaz, asevera que, en un pasillo cercano a la capilla, se vi presa del pánico: "Íbamos alumbrando con la linterna y de pronto, se me apagó. Se me había fundido la bombilla y la llama del mechero se me apagaba si que hubiera viento. No sé si todo esto nos sugestionó y lo atribuimos a una fuerza sobrenatural o si realmente alguien nos sugestionó y lo atribuimos a una fuerza que nosotros siguiéramos investigando".

Entre los materiales que The Overlook Tour transportó hasta el sanatonrio se encontraban dos unidades electrógenas que usábamos para poder alimentar los focos y monitores, además de cámaras de infrarrojos, de termovisión, ordenadores sensores de movimiento y, especialmente, la inestimable presencia de una médium zaragozana, la joven María José Serrano.

Nada más entrar en la sala donde está un enorme horno que las religiosas usaban para hervir la ropa de los enfermos, María José presintió algo extraño. "He visto al espiritú de un señor de unos 60 años que se llamaba Alfredo. No me ha causado trastorno, pues era una buena persona, pero me ha dicho que "al otro lado" estaba el peligro. Que tuviésemos cuidado y que había seres aquí que no están tranquilos, que no descansan, porque no tenían su sitio, no tenían su lugar, nos decía la médium en medio de la oscuridad tan sólo inmaculada por los focos de nuestras linternas.

Subimos a la terraza principal del sanatorio, allí donde descansaban los enfermos. La médium indicó: "He visto varios seres, no han querido acercarse pue estaban un poquito asustados". De hecho, a uno de los sensores de movimiento que llevábamos, y que estaba sobre la terraza, le saltó la alarma. ¿Simple casualidad?

Le preguntamos a María José cómo veía tales entidades y nos explicó que tal como eran en vida. "Pero lo hacían para no asustarme. Es una forma que ellos tienen para conectar primero, pero luego se muestran tal como han muerto. Puedo llegar a vrlos con los pulmones destrozados, con sangre o con la zona determinada que se ha deteriorado", dijo provocando inevitables escalofríos entre los presentes en la terraza.

En la capilla nos sentamos alrededor del pentáculo dibujado por alguna secta y la médium ofició una sesión. Agarrados de las manos, todos nos concentramos para que ella pudiera captar "algo raro" en el recinto sagrado. "El espíritu de una mujer, llamada Carmen, me dijo varias cosas sobre su vida. Yo sentía angusia, dolor interior, sentía una especie de agonía. sta persona, cuaqndo murió, sufrió mucho, y no estaba sola en su sufrimiento...".

Sumándose a esto, la médium nos contó que pudo ver la imagen de "unos doctores vestidos con bata blanca, como a la antigua usanza..., uno era muy alto y el otro más bajo, y el espíritu de esta mujer (Carmen) me decía que les habían hecho daño...". Entre estas visiones tan particulares cmo subjetivas, María José vio una especie de "energía oscura" que impedía a los espíritus acercarse más.

Durante la peculiar sesión los supuestos espíritus de los muertos del sanatorio contaron a la médium que había alguien enterrado en el jardín situado debajo de la terraza principal. Nuestro grupo se levantó y empezó a seguir a María José, aún en trance, por los pasillos en busca de aquellos presuntos restos mortales. La vidente se detuvo en el exterior del edificio, ante una suerte de nicho protector de las cañerías. ¿Habría realmente alguien enterrado allí?


  • EN PRIMERA PERSONA
Durante toda la noche y madrugada deambulamos por las muchas estancias del enorme sanatorio oyendo ventanas y puertas que el viento golpeaba y nos provocaban frecuentes sobresaltos. Restos de camas, armarios y hasta de viejos periódicos cubrían el suelo de algunas habitaciones. Aunque no fuéramos capaces de ver supuestamente a los muertos como María José, era fácil imaginarlos por allí, en aquel ambiente tan cargado de recuerdos del pasado.
Lo cierto es que una peculiar maldición se abatió sobre nuestro equipo. Al amanecer, el operador de cámara, su ayudante y yo nos dirigimos hasta el pequeño cementerio contiguo al sanatorio. Cruzamos el umbral de su portal de hierro y empezamos a grabar los nichos vacíos. Al día suguiente el ayudante acudía a urgencias con el cuerpo cubieros de ronchas amoratadas. Una inyección impidió un shock y luego se fue a reposar a casa. El cámara también presentó marcas semejantes sobre el cuerpo: se trataba de virulentas picaduas de pulgas que se cebaron sobre los dos compañeros.

La plaga se extendió por nuestros hogares y en algún caso fue necesaria una fumigación. Con el que escribe estas líneas nada pasó, pero lo cierto es que la maldición del sanatorio se cernió sobre aquellos que presuntamente habíamos penetrado en sus espacios sagrados, especialmente el del estiércol de cabara que cubría el cementerio de Agramonte.

martes, 1 de diciembre de 2009

CERLER: Refugio militar

Corria el año 1992, cuando un comando de militares con base en el refugio de la montaña de Cerler, salieron a hacer unas maniobras de esquí en la nieve, cuando de pronto un alud les sorprendió y acabó con 9 de los integrantes del comando.

Fatal y trágico accidente.

Se dice que desde encontes en el refugio se oyen ruidos, golpes.... se especula que en el piso de arriba del refugio, nadie se atreve a entrar. Esto es contado por mas de un militar que estuvo de maniobras alli.

Nos cuentan que un comandante, para resolver su curiosidad sobre que estaba pasando, ordenó a cinco de sus hombres que subieran con él para ver y resolver de que se trataba todo lo que estaba ocurriendo. Subieron armados.

Al rato una fuerza extraña y negativa que experimentaron estos militares, hizo que tuvieran que irse rapidamente con la carne de gallina y con un escalofrio que les llegaba hasta la espina dorsal.

Hay militares, hoy en día, que se niegan a hacer guardia en ese lugar.

¿Qué fenómenos insólitos guarda ese refugio?
¿Querrías saberlo y vivir el auténtico escalofrio en tu espina dorsal?

EL CEMENTERIO DE CÁDIZ

Los cementerios ejercen una gran fascinación entre todos los vivos, en ellos no sólo descansan nuestros amigos y seres más queridos, sino también las tumbas, que muchas veces nos hablan de las personas que un día estuvieron entre nosotros.

En muchos camposantos el estertor de la muerte se convierte en una afirmación de que la vida continúa pues los que se fueron se manifiestan entre nosotros de las maneras más sorprendentes.

Uno de los camposantos de la ciudad andaluza de Cádiz es muy conocido porque a él fueron a parar los 152 fallecidos que hubo en la terrible explosión de un cuartel militar en 1947. Sin embargo, su historia trágica viene de mucho más atrás, en concreto desde principios del siglo XIX cuando una terrible epidemia colapsa por primera vez este lugar de descanso eterno. En 1992 ya no había espacio ni para una sola tumba más. A partir de este instante sus nichos empiezan a vaciarse para transportar los restos humanos a otros cementerios de la ciudad.
En la actualidad está a punto de ser completamente destruido para que su espacio sea ocupado por un parque público donde se construirá una pirámide que lleve inscritos los nombres de los miles de gaditanos que reposaron en él.

Desde hace décadas hay rumores acerca de la existencia de fenómenos extraños en su interior. Pero no fue hasta los años noventa que este tipo de historias pudieron ser comprobadas y sacadas a la luz.

El vigilante de seguridad Alfonso Cozar Romero entró a prestar servicio en el citado lugar en el año 1991 y desde que comenzó a trabajar ya escuchó diversos rumores que hablaban de apariciones insólitas y de ruidos inexplicables de madrugada. Sin embargo, este hombre experto en todo tipo de tareas relacionadas con la seguridad no le dio importancia a los comentarios de sus compañeros. Hasta que una noche, sentado en la caseta que se encuentra muy cerca de la entrada, sintió un fuerte golpe en la espalda, Alfonso se giró pero ante su asombro no pudo ver a nadie, lo que contempló fue cómo un ruido inquietante se adueñaba de la estancia a la vez que se movían de forma descontrolada los objetos que tenía encima de la mesa. Recuerda también que una tarde de verano pudo contemplar justo a la hora de cerrar el cementerio al público, tras dar la ronda de costumbre para que nadie se quedara dentro, vio a lo lejos a un hombre joven que vestía con pantalón azul y camiseta a rayas como las que llevaban los marineros.
El chico le hacía gestos con su mano a la vez que mostraba una mirada extraña y perdida. Alfonso se dirigió hacia él, pero al observar de nuevo el sitio donde apareció el joven, contempló atónito que éste no estaba. Echó a correr para ver si era un gamberro que quería colarse dentro. Con la linterna en la mano iba donde había visto al chico, hasta que asustado comprobó cómo en uno de los nichos estaba la foto del fantasma que había observado.

BELCHITE: Las voces de la guerra.

Los antiguos aseguraban que en los lugares de dolor, de llanto, de sangre, de sufrimiento, ocurrían fenómenos extraños, daba la sensación de que algo se quedaba ahí flotando, quizás en España tengamos un pueblo que genere este tipo de sentimiento, y de interrogantes, es Belchite, situado en pleno corazón de Aragón, allí nadie recorre sus calles, pues solo queda ruina, destrucción, y sobre todo la memoria de una historia terrible, un lugar donde hermanos se enfrentaron a muerte, y convertido hoy en una gigantesca fosa común, sin embargo investigadores han acudido en los últimos 20 años, buscando esa cara a cara con lo insólito.



LAS VOCES DE LA GUERRA


El 24 de Agosto de 1937, se gestó uno de los episodios más cruento de las Guerra Civil, las tropas internacionales avanzaban por tierra aragonesas, al mando del general Pozas, tomando localidades como Codo, Mediana o Fuendetodos, pero en su avance se toparon con la presencia inesperada de un pequeño pueblo, Belchite.


Ha pasado mucho tiempo, pero nadie puede olvidarse del estruendo de las aeronaves sobrevolando los obuses, o aquellos gritos de los heridos amontonados en el hospital de sangre, que se ubicó en la iglesia de San Martín.

Nadie ha logrado borrar la estampa de esos militares de uno y otro bando que reclutaron personas para que enterrases a sus propios familiares o vecinos.


Así ocurrió, hasta que Belchite poco a poco fue convirtiéndose en una autentica fosa común.


Franco optó por no reconstruir el pueblo, decidió dejarla tal y como había quedado tras la contienda.

Tras los años, y con la tranquilidad que le fue envolviendo, un rumor comenzó a extenderse en la región.


En aquellas casas desvencijadas, en aquellas Iglesias derruidas, ocurrían fenómenos inexplicables.


Todo comenzó cuando un equipo de investigación viajó hasta el lugar con la intención de realizar varios experimentos psicotónicos.


Era una noche de Octubre de 1986, y para la época, el equipo de estos investigadores era lo mejor del mercado de aquella década y pudieron recoger sonidos, que aunque ellos no percibieran, en los grabadores quedaría expuesto.


Aquellos ecos, supuestamente inexplicables, convirtieron a Belchite en un punto de investigación para los parapsicólogos, no en vano, en la ultima década, grandes investigaciones han realizado trabajos allí, acuden, aunque les cueste admitirlo, en busca de los sonidos de la guerra, de los sonidos que parecen haberse quedado atrapados en tiempo y en ese lugar, triste y desolado.


Voces, historia, memoria perdida, todo se concentra en Belchite.

Los investigadores no consiguen olvidarse de aquella primera noche, el paisaje, imposible de borrar de la retina y que se queda en lo más profundo del corazón ya que se lograron psicofonías, cuando primero solo iban a ver que salía de todo ese mundo insólito.

Después de 6 horas de grabación finalizada y tras una noche sin dormir, a las 2 horas de la reproducción de la grabación se comenzaron a oír las psicofonías, q duraron una hora y media aproximadamente.

La sorpresa inicial, fue el sonido como de unos aviones, supuestamente de los que bombardearon Belchite, impresiona escucharlo, se puede percibir hasta las bombas q arrojaban al pueblo, lo más sorprendente después, fue, q al publicar estas psicofonías en la radio, los radio espectadores llamaban emocionados e inundados en lagrimas porque les imponía y les hacia recobrar ese pasaje real.

Cada ángulo del pueblo viejo de Belchite tiene su energía y su trama, muchas personas, incluso los escépticos, se han sentido muy incómodos en ocasiones, vigilados, como si algo les acechara en cada momento. Belchite, por las atrocidades del hombre, debió de concentrar una cantidad considerable de energía negativa desgraciadamente.

Años más tarde, otro equipo de investigación decidió viajar hasta Belchite, para verificar lo que realmente, años atrás, se había dicho sobre las psicofonías y demás objetos paranormales.

Montaron su campamento base en la Iglesia de San Martin, convirtiéndose en antaño en el hospital repleto de moribundos. Tomaron un perímetro de seguridad, para que nada obstaculizara la grabación, y colocaron una cámara a fuera de la Iglesia para captar cualquier anomalía.

Una vez iniciada la aventura nocturna, de repente, unas luces se postran en la Iglesia, la cámara sorprendida deja la cámara para acercarse y concebir una solución, pero nadie se ha colado en el perímetro de seguridad, y los miembros del equipo estaban dentro de la Iglesia.

¿De donde vendrían esas extrañas luces de la nada?

Se rastreo el terreno durante una hora, pero con resultados infructuosos.

Más tarde, invadidos por el frio, el hambre y el sueño, comienzan a recoger extraños sonidos desde sus grabadoras, eran psicofonías realmente espeluznantes, que pondrían el pelo de gallina a cualquiera. Se podía distinguir perfectamente frases como" NO HAY MAS QUE UNA VIDA" una voz dice clarísimamente "TI “unas cuantas veces, y la voz estremecedora de la que de distinguía la palabra "RENDIROS".

Belchite es un lugar que envuelve hasta al más duro, y estremece a cualquier persona, haciéndote constar, que lo vivido allí, probablemente nunca debería haber sucedido, y que quizás muchas personas murieron teniendo aun mucho que decir.

domingo, 29 de noviembre de 2009

LA MANSIÓN LALAURIE: Nueva Orleans

Hay historias que son claro reflejo de hasta qué punto puede llegar la maldad humana.
En una ciudad como Nuev Orleans, repleta de leyendas y misterios, surge una que fue completamente cierta. Racismo, torturas y muertes se conjugaron en una vieja casa victoriana. Una mansión de ensueño que tras su fachada ocultaba la peor de las pesadillas. En ellas siempre aparecías el frío rostro de una perversa mujer, Delphine Lalaurie.



La cara oculta



Todas las familias idílicas esconden secretos imposibles de desvelar. Lo que ocultaba el matrimonio Lalaurie iba más allá. El doctor Louis Lalaurie se casó el 25 de julio del año 1825 con Delphine Macarty, una mujer de origen francés que había enviudado en sus dos anteriores matrimonios. La pareja tenía como principal objetivo codearse con las altas esferas de Nueva Orleans para así adquirir poder y popularidad, el primer paso para ello era adquirir una mansión que fuera la envidia de todos y en la que poder llevar a cabo fiestas y celebraciones para impresionar a los más distinguidos invitados. En el año 1831 compraron un lujoso edificio situado en el 1140 de la calle Royal. Y lo llenaron de esclavos para poder atender las necesidades de tan elaborados festejos. A partir de esta fecha la fama y el prestigio del matrimonio comenzó a subir como la espuma. Él se convirtió en un reputado médico con numerosos pacientes de alta alcurnia; ella, en la anfitriona perfecta, mujer elegante y distinguida, era el complemento perfecto de su marido.



Al cabo de los años , del interior de la lujosa mansión comienzan a surgir rumores. Los mentideros del barrio hablan de maltrato y humillaciones a alguno de los esclavos. Comienzan a surgir testimonios que aseguran haber presenciado palizas a hombres y mujeres del servicio. Uno de esto testimonios habla de un episodio cruel e inhumano. Mientras una de las jóvenes del servicio peinaba los cabellos de madame Lalaurie, cometió un error fatal. De forma involuntaria el peine se trabó con su cabellera pegándole un pequeño tirón. Aquel incidente, tan habitual por otras parte mientras se peinan los cabellos, le iba a costar muy caro. La señora de la casa fuea de sí comenzó a perseguir a la pequeña esclava por toda la parte de arriba de la mansión, mientras la gritaba y golpeaba con dureza. La niña aterrorizada acabó en el tejado de la casa huyendo de la paliza que su ama le estaba propinando. De repente, la joven cayó al vacío perdiendo la vida.



Este incidente fue presenciado por vecinos y transeúntes. El cadáver de la niña fue enterrado de forma clandestina en el patio de la casa de madrugada. El asunto llegó a las autoridades, pero los buenos contactos del matrimonio diluyeron la injusticia.. Una comisión presidida por un íntimo amigo de la pareja investigó las condiciones en las que los esclavos vivían en la mansión. Lógicamente no hubo pruebas para acusarles. En cuanto a la drámatica muerte e la joven, fue tratada poco menos que como un mero accidente. Los Lalaurie fueron multados con 300 por aquella muerte. Además, les quitaron a sus esclavos, sin embargo se acogieron a una argucia legal para recuperarlos. Fueron comprados por familiares suyos que a su vez se los revendieron. Aquellos hombres y mujeres no tuvieron más remedio que regresar al infierno del 1140 de la calle Royal. Y es que el incidente de la niña era sólo la punta del iceberg de lo que allí se gestaba.



El zulo del horror



Un año despúes de este incidente, en 1834, un voraz incendio se declaró en la cocina de la mansión Lalaurie, los bomberos acudieron con premura a intentar sofocarlo. Cuando irrumpieron en la casa comenzaron a ver cosas que les inquietaban más que el propio fuego. Nada más entrar, mientras las llamascomenzaban a propagarse por el resto de la casa, observaron a dos esclavos encadenados como si de bestias se tratasen a la estufa de la cocina. El fuego comenzaba ya a quemarles y el humo a asfixiarles, pero las cadenas les impedían huir. Los bomberos los liberaron, pero los esclavos, lejos de huir, los guiaron escaleras arriba hacia la buhardilla. Allí había una puerta cerrada a cal y canto, los miembros del cuerpo trataron de echarla abajo. Primero a empujones y luego emplenado su ariete. A esta partre de la casa no tenía acceso el personal del servicio, pero tal vez hubiera alguno de los miembros de la familia encerrado allí sin opciones de huir del fuego. Tras varios minutos de lucha contra la puerta, ésta cedió. Los bomberos penetraron en la estancia y lo que vieron superaba cualquier otra imagen vista antes en sus años de servicio. Más de una docena de esclavos apilados como fieras. Unos descuartizados encima de camillas víctimas de quien sabe que inhumano experimento, otros encadenados a la pared con la cara desfigurada, sin ojos, con la piel de lo rostros arrancada de cuajo, extremidades mutiladas. Otros en minúsculas jaulas a través de cuyos barrotes se abrían paso manos y pies. El hedor a muerte allí era irrespirable. Sin luz, la madera del suelo empapada con la sangre de años y años de tortura, de sufrimiento, de muerte. Trozos humanos esparcidos por toda la instancia, cadáveres en descomposición y decenas de esclavos rescatados de la antesala de la muerte, ubicada en ese zulo del hooror.



Los Lalaurie habían hecho de esa habitación una sala de experimentos para los cuales habían empleado a sus propios esclavos como si fueran cobayas. La buhardilla estaba repleta de bisturís, sierras y jeringas que habían empleado para tan macabro fin. Además, una espeluznante colección de frascos con la sangre de decenas de personas daba fe de cómo la vida se le había ido a todos esos seres humanos. Hombres y mujeres que habían permanecido quién sabe durante cuánto tiempo en condiciones infrahumanas. Bocas cosidas para evitar los gritos, agujeros en las tripas en los que se metían palos para remover las entrañas, niños con la piel arrancada dejando al aira músculos y nervios, heridas repletas de insectos que se alimentaban del sufrimiento humano. Los bomberos tuvieron claro que aquel incendio no habñia sido casual. Los esclavos no aguantaron más las salvajadas del matrimonio. El fuego fue la señal de alarma que emplearon para denunciar aquello.



Los brutales acontecimientos que habían tenido lugar en la casa en la que se daban las fiestas más lujosas de toda Nueva Orleans conmocionaron a toda la ciudad. La policía comenzó a registrar minucuosamente el caserón. En el patio aparecieron enterrados restos de decenas de cuerpos humanos, que habían perecido víctimas de la crueldad de un matrimonio de sádicos. De los Lalaurie poco más se supo. Hay quien dice que al tiempo que se destapaban las torturas y las muertes, un coche partía precipitadamente por la parte posterior rumbo a ninguna parte.



La huida de los Lalaurie



Las teorías sobre lo que le ocurrió a aquel matrimonio de asesinos son varias. Hay quien dice que huyeron a Francia con la familia de ella. Otros que se cobijaron en algún lugar cercano a Lousiana.


Los Lalaurie pasaron el resto de sus días en alguno de estos enclaves. Sobre la muerte de Delphine surgen varias teorías: unas apuntan a que falleció en un accidente de caza embestida por un jabalí, otras en cambio indican que los últimos días de esta cruel mujer los pasó de forma tranquila arropada por sus familiares en París. Lo que si parece seguro es que tras fallecer sus restos fueron devueltos a la que había sido su ciudad y descansan un cementerio de Nueva Orleans.



Celphine Lalaurie: el rostro del mal



Todas las investigaciones que se llevaron a cabo a raíz de los crímenes de la mansión Lalaurie apuntan a que los hilos de tan depravada afición eran movidos por Delhine. Una mujer que según los que más la conocían escondía debajo de su apariencia educada y sofisticada un cerebro enfermo ansioso de sangre y dolor ajeno. Delphine Macarty nació en 1775 en el seno de una familia acomodada de Nueva Orleans. Cuentan las crónicas que el germen de todo el odio y maldad acumulado por ella a,o largo de toda su vida pudo ser el asesinato de su madre y hermano tras una revuelta de los esclavos. Un suceso que, aunque no está contrastado, de haberse producido marcaría la vida de la pequeña Delphine.



Esta enigmática mujer contrajo dos veces matrimonio y en las dos ocasiones enviudó. La primera en 1880 con Ramón de López y Angulo, que fallecería en 1804, y la segunda en 1808 con Jean Blanque, un comerciante de esclavos que moriría en 1816. Años despúes conocería al doctor Louis Lalaurie, con el que se casaría en 1825. La muerte de sus dos anteriores esposos pesaría para ella como una losa que arrastraríael resto de sus días. Hay quien especula con la hipótesis de que fuera la propia esposa la que se deshiciera de sus maridos al no cumplir sus expectativas económicas y no alcanzar el estatus que ella esperaba. Lo que sí es cierto es que Delphine Lalaurie era una persona malvada y tremendamente ambiciosa que se movía por dos factores:
el dinero y el odio.






Gritos en la noche



Después de que los esclavos mutilados fueran retirados de la casa, ésta fue saqueada por la
muchedumbre. La casa permaneció vacía durante muchos años, cayendo en un estado de ruina y decadencia. Mucha gente afirmaba oír gritos de agonía que venían de la mansión vacía por la noche y veían supuestas apariciones de esclavos andando en los balcones y en los patios. Algunas historias incluso decían que vagabundos que habian entado a buscar refugio no habían vuelto a ser vistos.


La casa se subastó en 1837 y fue comprada por un hombre que sólo la tuvo tres meses. Se asustó de los extraños ruidos, gritos y gemidos que surgían por la noche y pronto abandonó el lugar.


Después de la guerra civil, la reconstrucción hizo que la mansión Lalaurie se convirtiera en una escuela de señoritas del distrito más bajo, pero en 1874, la Liga blanca forzó a las niñas negras a dejar el colegio. Un tiempo más tarde.un consejo escolar segregacionista cambió las cosaas completamente e hizo que el colegio fuea sólo para chicos negros. Esto duró un año.


En 1882, la mansión una vez más llegó a ser el centro de la sociedad en Nueva Orleans, cuando un profesor la convirtió en un conservatorio de música y un colegio de baile de moda. Durante algún tiempo todo iba bien ya que el profesor tenía prestigio y atraía a estudiantes de clase alta de las familias locales...pero entonces ocurrió algo terrible.


Un periódico local escribió una acusación contra el profesor sobre supuestos abusos y ofensas hacia los jóvenes, justo antes de que tuviera lugar un acto social en el colegio. Estudiantes e invitados huyeron del lugar y el colegio ue cerrado al día siguiente.


Unos años más tarde, Jules Vignie, el excéntico miembro de una rica familia de Nueva Orleans, apareció muerto en el interior de la casona. Vignie había vivido secretamente en la casa desde 1880 hasta su muerte, en 1892. Fue hallado muerto en un andrajoso catre de la mansión, viviendo en la mugre. Paradógicamente, escondidos en otras estancias se hallaron diferentes antigüedades de incalculable valor y varios miles de dólares ocultos en su colchón. Tiempo después, los rumores de un tesoro perdido circularon por Nueva Orleans pero pocos se atrevieron a entrar a buscarlo.


La casa fue abandonada de nuevo hasta finales de 1890. En este tiempo de gran inmigración a América, muchos italianos fueron a vivir a Nueva Orleans. Los propietarios rápidamente se hacían con edificios antiguos y abandonados para convertirlos en casas baratas. La mansión Lalaurie fue una de estas casas, y para muchos de losinquilinos, incluso la renta baja no era suficiente para permanecer allí.


Durante ese períodoocurrieron de nuevo extraños sucesos en el vetusto edificio. Entre ellos, se cuenta un encuentro entre un vecino y un hombre negro desnudo encadenado. El esclavo desapareció de forma abrupta. Otras historias cuentan que había animales masacrados en la casa. Los niños eran atacados por un fantasma con un látigo; figuras extrañas aparecían cubiertas en sudarios; una joven madre estaba aterrorizada al encontrarse a una mujer con elegante vestidos de noche inclinándose sobre su bebé; y por supuesto, los siempre presentes sonidos de gritos, gemidos y chillidos que se repetían en la mansión cada noche.


La casa se convertiría más tarde en un saloon y después en un almacén de muebles. El primero aprovechó la fama de las leyendas, fue bautizado el "saloon encantado". El propietario conocía muchas de las historias de fantasmas y mantenía un registro de las cosas extrañas experimentadas por los dueños. El negocio funcionó durante algún tiempo, pero lo paranormal una vez más ahuyentó al público.


El almacén de muebles no prosperó tan bien en la antigua cas Lalaurie. El dueño encontró toda su mercancía destrozada en distintas ocasiones, cubierta de un líquido oscuro y pegajoso. Una noche, cansado de perder dinero, espero provisto de una escopeta a que los ladrones volvieran. Cuando amaneció, los muebles estaban todos destrozados una vez más, aunque ningún humano había entrado en el edificio. El propietario cerró el lugar.


En la actualidad



A día de hoy la casa Lalaurie acoge a gentes pudientes que compran apartamentos en el viejo edificio. Las leyendas siguen presentes en la que para muchos es la casa encantada más famosa de una ciudad como Valencia, que está llena de misterios. Vudú, brujería, zombis y fantasmas discurren por las calles de la localidad más grande de Nueva Orleans. Leyendas ancladas en el tiempo que, a diferencia de lo que ocurre en España, permanecen ligadas a la identidad de sus gentes. Alí los misterios no se tapan sino que se destapan. Conforman uno de los atractivos que se pueden ofrecer a los visitantes. Ya saben, cualquier motivo es bueno para visitar Nueva Orleans, aunque sea para pisar la mítica mansión. Y visitar la tumba de ese monstruo humano que fue Delphine Macarty.